Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 314
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Capítulo 314:
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Pattie se quedó mirando fijamente, con la mente tratando de asimilar lo que acababa de oír. —¿Qué acabas de decir? —articuló con voz ronca—. Maia, estás bromeando. ¿Has pillado a tu propio marido… engañándote?
Maia negó con la cabeza, con tono muy serio. Se inclinó hacia delante y se llevó un dedo a los labios. «Shh. Baja la voz. Lo que voy a contarte no sale de esta habitación».
Pattie asintió en silencio, todavía tratando de entender qué estaba pasando.
Respirando hondo, Maia se lanzó a contar la historia que había guardado en secreto durante demasiado tiempo. Habló de los años en los que la oscuridad la había consumido, del benefactor que la había sacado de la desesperación en la cárcel. Gracias al apoyo incondicional de esa persona, había podido salir de la cárcel sin perder su identidad.
Para devolverle su bondad, Maia había aceptado —no, había elegido— casarse con Chris tras su liberación y permanecer a su lado para ayudarle a ascender hasta la cima del Grupo Cooper.
Sin embargo, se guardó un detalle crucial: la verdadera identidad de su benefactora, la formidable tía de Chris.
—Nunca quise ocultártelo —dijo Maia, bajando la voz con sincero pesar—. Pero era complicado. Nunca parecía ser el momento adecuado para explicártelo.
Al otro lado de la mesa, Pattie se quedó paralizada, olvidándose de la comida. La conmoción y la incredulidad se reflejaban en su rostro. Había oído rumores antes, rumores sobre el hijo ilegítimo de la familia Cooper, pero nunca los había relacionado con Chris y, desde luego, tampoco con Maia.
¿Y ahora Maia planeaba ayudarlo a hacerse con el trono de los Cooper? Parecía sacado de un guion de película. La mente de Pattie daba vueltas, tratando de procesar la tormenta que Maia había desatado con tan pocas palabras.
Tras un largo silencio atónito, finalmente espetó: «¿Podría ser que tu benefactora fuera salvada por Chris en el pasado? De lo contrario, ¿por qué se molestaría tanto solo para ayudarlo? ¡Estamos hablando del Grupo Cooper, después de todo! Tanto tú como esa benefactora sabéis lo difícil que es».
Maia levantó la taza de té con manos firmes y bebió lentamente para calmar la tormenta que se había desatado en su interior.
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Al otro lado de la mesa, Pattie estaba perdiendo rápidamente la compostura. —Maia —exclamó Pattie, con la voz tensa por la incredulidad—, entiendo que hagas esto para saldar una deuda, pero ¿has pensado realmente en lo imposible que es esta tarea? ¡El Grupo Cooper es la corporación más e e y prestigiosa de todo el país! —Se inclinó hacia ella, casi suplicante—. —¡El hombre al mando es el mismísimo Kolton Cooper! Seguro que has oído hablar de él y sabes lo famoso y formidable que es. Se dice que aplastó a las ramas secundarias de su propia familia y obligó a todos y cada uno de ellos a arrodillarse. ¡Él solo llevó al Grupo Cooper a lo más alto del mundo!
Pattie se había puesto pálida y un fino velo de sudor se le había acumulado en la frente. Se presionó la frente con una mano temblorosa. —Dicen que es peligrosamente capaz, despiadadamente astuto. Solo un puñado de personas en todo el país se atreverían siquiera a respirar en su contra. ¿Y ahora me dices que quieres ayudar a Chris, ese playboy despreocupado, a desafiar a Kolton por el puesto de presidente del Grupo Cooper?
Exhaló bruscamente y se volvió a secar la frente, como si la sola idea hiciera que la habitación se calentase más. —Maia, ¿has perdido la cabeza? ¡Más vale que le cavas la tumba a Chris ahora mismo!
Maia permaneció impasible, casi serena, mientras veía cómo Pattie se desmoronaba. Su voz cortó la tensión como una navaja, tranquila y decidida. —Entonces, ¿te atreves a unirte a mí para derrocar al Grupo Cooper? Si tienes miedo, no te culparé.
Hablaba en serio.
Pattie era la persona en la que Maia más confiaba, por eso le había confiado su secreto. Pero la confianza no significaba obligarla a entrar en una batalla que ella no había elegido.
Al fin y al cabo, el Grupo Cooper era una montaña que pocos se atrevían a escalar, y mucho menos a mover. Y el hombre en el que Maia había depositado sus esperanzas, un hijo ilegítimo sin un punto de apoyo adecuado, parecía una apuesta desesperada.
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