Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 306
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Capítulo 306:
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Pattie, que había estado observando en silencio, sintió que algo no iba bien. Los dos parecían familiares, pero distantes. ¿Cuál era exactamente su relación?
Su curiosidad se desbordó y no pudo resistirse más. Los miró por el espejo retrovisor y, incapaz de contenerse, preguntó: «¿Se conocen?».
Roland y Maia se quedaron en silencio al mismo tiempo, y una tensión incómoda se apoderó del ambiente. Al percibir el cambio, Pattie ladeó la cabeza y preguntó: «¿Cómo se conocen?».
Maia abrió la boca, vacilante. «¿Conoces a Elvira? Él es el…».
Antes de que pudiera terminar, Roland intervino con suavidad: «Un amigo de Elvira».
Maia le lanzó una mirada fugaz, pero no dijo nada para corregirlo. Sin embargo, esa breve mirada lo decía todo.
Pattie dudó, entrecerrando ligeramente los ojos. —Eh…
El ambiente entre ellos se sintió extrañamente tenso, como si un muro invisible se hubiera levantado en el espacio que compartían. Si no eran cercanos, ¿por qué Roland habría viajado tan lejos para manejar un caso tan menor? Zenith Legal tenía una gran cantidad de abogados brillantes estacionados aquí mismo, en Wront. Sin embargo, si eran cercanos, ¿por qué se sentaban separados, como si fueran extraños, envueltos en este pesado silencio?
Para romper la tensión, Pattie carraspeó y esbozó una sonrisa forzada. —En fin, Maia, menos mal que el señor Cullen ha venido hoy. Si no, te habrías metido en un buen lío.
Dirigió la mirada hacia los dos, con voz entusiasta. —Ya que el Sr. Cullen ha venido desde Drakmire, deberíamos darle una bienvenida como es debido. ¿Qué tal si cenamos juntos esta noche? Yo invito.
Maia respondió casi demasiado rápido. «El señor Cullen está muy ocupado. No tiene tiempo para…».
Sus palabras se detuvieron bruscamente cuando su teléfono vibró con fuerza en su mano. Sobresaltada, bajó la mirada. En la pantalla parpadeaba un nuevo mensaje de Chris: «Esta noche estoy libre para cocinar. ¿Quieres venir a cenar a casa?».
Por un instante, Maia se quedó paralizada. Sus dedos se cerraron instintivamente alrededor del dispositivo, y sus uñas se clavaron en la pantalla.
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Antes de que pudiera recomponerse, la voz de Roland se interpuso, pausada y firme. «Resulta que esta noche estoy libre. Me encantaría aceptar tu invitación».
Maia se volvió hacia él, ocultando su sorpresa solo con el destello de emoción que cruzó sus ojos. Sin pensarlo dos veces, escribió una respuesta fría y seca a Chris: «No voy».
Apagó el teléfono y miró por la ventana, con expresión distante e indiferente.
Mientras tanto, Roland la observaba en silencio. El perfil de su rostro, enmarcado por la pálida luz de la ventana, era un retrato de elegancia distante, ese mismo aire inaccesible que siempre la rodeaba.
¿Cómo podía alguien como ella haberse casado?
Recordó el mensaje que había aparecido en la pantalla de su teléfono momentos antes. Su mandíbula se tensó de forma casi imperceptible.
¿Era el remitente… su marido? La idea se le quedó grabada en la mente, oscura e inquietante.
A las nueve en punto, Pattie y Maia ofrecieron una pequeña cena para Roland. La comida apenas había terminado cuando Pattie dio una palmada con alegría y declaró: «¡No podemos dejar que la noche termine aquí! La vida nocturna de Wront es la mejor del país. ¡Se lo perdería si no la experimentara de primera mano!».
Maia dudaba que alguien como Roland aceptara una sugerencia tan frívola. Para su sorpresa, él se limitó a sonreír, sin rigidez ni renuencia, y asintió con la cabeza.
Así, los tres se encontraron pronto entrando en la joya de la corona de la vida nocturna de Wront: el Nightingale Ballroom.
Cuando se abrieron las puertas de terciopelo rojo, una ola de música palpitante y luces intermitentes los envolvió por completo. El mundo exterior desapareció detrás de ellos.
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