Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 3
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Capítulo 3:
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Más tarde, esa misma tarde, Maia estaba sola frente al ayuntamiento de Wront, con algunos documentos necesarios para registrarse para casarse en el bolso.
Aún quedaba tiempo antes de su cita, así que se apoyó casualmente contra un árbol, con la mirada baja y los pensamientos lejos del presente.
Cuando entró en prisión por primera vez, cuatro años atrás, el tormento parecía implacable, grabado en cada rincón de su memoria.
Una noche, cuando estaba a punto de morir a golpes, alguien intervino para salvarla.
No era un guardia. Era una mujer, una reclusa con más influencia que nadie. Su celda parecía más una suite privada, e incluso los funcionarios de prisiones se mantenían alejados de ella. La mayoría de los reclusos la temían y se mantenían a distancia.
Pero, por alguna razón, se había interesado por Maia. Le ofreció protección, pero con una condición. Si Maia quería esa seguridad, tenía que aceptar un acuerdo matrimonial y cumplir una tarea después.
En aquel entonces, atrapada en una pesadilla sin salida, Maia no tenía margen para negarse. La supervivencia significaba sacrificio. Sin dudarlo, aceptó el trato y juró lealtad a la mujer que la había salvado.
Cumplir esa promesa se había convertido en su máxima prioridad ahora que era libre. Eso significaba cumplir el acuerdo matrimonial que había aceptado en prisión.
No muy lejos, un Rolls-Royce Phantom alargado estaba aparcado en las sombras.
—¿Es esa la que ha elegido su tía para que se case, señor? —preguntó Brad Curtis, el asistente especial de Chris Cooper.
A través de la ventanilla del coche se veía a una mujer de mirada baja y complexión delgada. Vestida con una sencilla camisa blanca y vaqueros de talle bajo, se movía con soltura. Cuando se estiró, su esbelta cintura se intuyó por un instante.
Había una audacia en su silencio. Un toque de rebeldía que no pedía aprobación.
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Por muy guapa que fuera, su pasado tenía antecedentes penales que no se podían ignorar. Brad no entendía por qué Zoey Cooper había insistido en este matrimonio. ¿Qué podía ver en una mujer que había cumplido condena? Aún más desconcertante era el hecho de que Chris no se hubiera opuesto.
Reclinado en el asiento trasero, Chris descansaba el brazo con confianza, con la manga remangada dejando al descubierto un antebrazo bien tonificado. Sus ojos, ligeramente entrecerrados, se posaron en la cintura al descubierto de la mujer, y una mirada divertida se dibujó en su rostro.
Sin decir palabra, abrió la puerta del coche y salió.
—¿Es usted la señorita Maia Watson?
Maia se giró al oír que alguien la llamaba. Se quedó quieta un segundo, sorprendida.
Un hombre con una camisa negra ajustada se plantó ante ella, lo suficientemente alto como para taparle el sol. Parecía irreal. Era tan guapo que la dejó sin aliento. Todos sus rasgos eran perfectos, casi esculpidos.
¿Podía ser realmente el hijo ilegítimo de la familia Cooper del que había hablado Zoey? ¿El que tenía mala reputación y era objeto de rumores descabellados?
Una punzada de incomodidad le recorrió el pecho. —¿Es usted… el señor Chris Cooper? —preguntó, insegura.
Él asintió levemente con la cabeza.
Sus ojos volvieron a posarse en él, estudiando cada detalle. Su ropa era sencilla, pero había algo refinado en él. Esa leve sonrisa flotaba en sus labios, sin llegar a tocar sus ojos, dejando justo lo suficiente de misterio para despertar su curiosidad.
—Lleva un rato mirándome, señorita Watson —dijo Chris con una suave risa.
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