Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 294
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Capítulo 294:
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Un repentino tono de llamada la sacó de sus pensamientos.
Sobresaltada, Maia se enderezó, solo para darse cuenta de que el sonido no provenía de su teléfono.
Chris se había dejado el teléfono, descuidado en su prisa por ducharse. Al otro lado de la puerta, el sonido constante del agua llenaba el silencio.
Por un momento, Maia se preguntó si debía llevárselo. Pero, tras una breve vacilación, decidió no hacerlo. Sería mejor que él mismo se diera cuenta de la llamada perdida cuando terminara.
Pero el teléfono volvió a sonar una y otra vez.
El persistente sonido llenó la habitación, poniéndola nerviosa.
Una vocecita en su cabeza le susurró: «¿Y si es urgente? ¿Y si es algo que no puede esperar?».
Impulsada por ese pensamiento, Maia cogió el teléfono y se dirigió con cautela hacia la puerta del baño.
Justo cuando levantó la mano para llamar, la pantalla se iluminó con un nuevo mensaje. El remitente era el mismo número que había estado llamando. El contenido del mensaje la dejó paralizada. «Chris, hace mucho que no vienes. Te he estado esperando toda la noche. ¿Quieres venir?».
La mano de Maia se detuvo en el aire, las palabras se grabaron en su mente.
Los dedos de Maia se aferraron al teléfono, como si fuera un salvavidas.
Las palabras en la pantalla se clavaron en su visión como fragmentos de cristal, quemándole los ojos con su cruel claridad. Cada frase era como una herida que se enconaba en lo más profundo de su ser.
El mensaje tenía un tono inquietante, demasiado íntimo. No era el tono de unos amigos casuales, era algo más, algo profundamente personal.
Un pensamiento inquietante se coló en su mente: ¿Estaba Chris ocultando una vida secreta? ¿Quizás estaba enredado en una red de otras mujeres cuando ella no miraba? ¿O tal vez había inventado una historia de «amor a primera vista», sin estar tan comprometido como ella había creído tontamente?
¿Podría ser simplemente un hombre que vivía según sus caprichos, jugando con los corazones como si fueran juguetes?
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Se le oprimía el pecho, como si alguien le hubiera apretado un tornillo alrededor del corazón. La tormenta que había arrasado su vida cuatro años atrás había dejado cicatrices, cicatrices que la hacían desconfiar de entregar su corazón demasiado rápido.
No podía soportar la idea de volver a ser traicionada, de encontrarse de nuevo sumida en el abismo de la desesperación.
Sin embargo, allí estaba, a punto de creer las mentiras de un hombre al que acababa de conocer, a punto de abrirse a alguien que podría destrozarla.
Cuanto más lo pensaba, más frío se le hacía el corazón, como si un glaciar se hubiera instalado lentamente en su pecho. Se sentía como si estuviera al borde de un precipicio, mirando tontamente al abismo que se abría ante ella.
Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras intentaba calmar la respiración y recuperar la compostura.
Dándose la vuelta, dejó el teléfono de Chris sobre la mesa y se retiró a su habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Pasó un rato antes de que dejara de oírse el ruido del agua corriendo en el baño.
Chris salió de la ducha envuelto en una toalla, con el pelo húmedo y revuelto mientras se lo secaba con otra toalla. Sin pensarlo dos veces, cogió el teléfono de la mesa.
Al darse cuenta de que Maia ya no estaba en el salón, supuso que se había ido a la cama, agotada por los acontecimientos del día.
Desbloqueó el teléfono y, cuando el mensaje de la mujer apareció en la pantalla, frunció el ceño, sorprendido.
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