Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 293
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Capítulo 293:
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Su mirada cambió y la ternura inundó sus rasgos. «Mientras yo esté aquí», dijo Chris con voz baja y firme, «no dejaré que nadie te vuelva a hacer daño».
Una reconfortante quietud se instaló entre ellos, tan densa que parecía que todo el mundo exterior se hubiera desvanecido.
Cuando Maia estaba atrapada entre los muros de la prisión, había sobrevivido sola a innumerables penurias. Las personas que más quería —su familia, su prometido— nunca se habían preocupado por saber si estaba bien o si le habían hecho daño.
Ahora, allí estaba Chris, un hombre que, tras escuchar solo una pequeña parte de su historia, parecía devastado y había jurado protegerla.
La emoción brotó dentro de Maia, creciendo tan rápido que casi le quitó el aliento.
Levantó la cabeza, apartándola lo justo para buscar su rostro. Tras una mirada larga y penetrante, preguntó: «¿Nos conocemos?».
Por un breve instante, algo indescifrable pasó por los ojos de Chris. «¿Por qué piensas eso?», preguntó, inclinando ligeramente la cabeza.
—Lo digo en serio —dijo Maia, con voz firme pero amable—. Si no nos conocemos, ¿por qué me tratas tan bien?
No era la primera vez que Maia expresaba la duda que la carcomía. Ya no era la chica ingenua que solía ser, la que regalaba su confianza como si fuera confeti. Ahora sabía que no debía confiar en la suerte ni en los regalos sin comprender el precio.
Chris dejó que su mirada se posara en las mejillas sonrosadas de Maia antes de esbozar una lenta sonrisa. —Porque… en el momento en que te vi, supe que estaba enamorado de ti.
Se había enamorado de ella a primera vista, un sentimiento que se había arraigado en él desde aquel día, once años atrás.
Con un suave suspiro, miró a Maia como si fuera lo único que importara en el mundo.
Hoy estaba excepcionalmente hermosa.
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Atraído por su imagen, Chris inclinó la cabeza, acercándose poco a poco a sus labios. Su mirada se oscureció con un impulso que no pudo controlar.
Ella lo había aceptado como su marido. Para él, eso significaba que ya no había motivo para contenerse. La deseaba, por completo.
Sus rostros se acercaron hasta que él pudo sentir su respiración temblorosa en su piel, y su corazón latía con fuerza en su pecho.
Por un instante, ella estuvo a punto de dejarse llevar por el momento. Pero justo antes de que sus labios se encontraran, Maia apartó la cara, rompiendo la frágil tensión. —Lo siento, señor Cooper. Es solo que… aún no estoy preparada. —La voz de Maia se quebró ligeramente y las puntas de sus orejas se sonrojaron intensamente, delatándola.
Chris se detuvo en seco. La luz de sus ojos parpadeó y algo pesado se apoderó de él. Su voz se volvió áspera, casi suplicante. «¿No sientes nada por mí?». Maia se quedó paralizada donde estaba.
La verdad era que no estaba segura.
Todo entre ellos parecía un río que corría demasiado rápido como para que ella pudiera encontrar el equilibrio.
«Es solo que… necesito más tiempo», murmuró Maia, con la mirada fija en el suelo.
Era imposible no ver el dolor en el rostro de Chris. Bajó los brazos y dio un paso atrás. —Lo entiendo —dijo en voz baja—. Te esperaré.
Sin volver a mirarla, Chris se enderezó, se ajustó el cuello de la camisa y dijo: «Hace demasiado calor aquí. Voy a refrescarme con una ducha».
Chris desapareció en el cuarto de baño y cerró la puerta tras de sí.
Maia se quedó sola, sentada rígida en el sofá, con los pensamientos dando vueltas en su cabeza. La mirada que él le había dirigido hacía solo unos instantes aún la perseguía, llena de un afecto tan intenso que casi había derribado las murallas que había construido alrededor de su corazón.
No esperaba que Chris la pillara tan descolocionada. ¿Hablaba en serio cuando dijo que se había enamorado de ella nada más verla? Sin embargo, Maia no se atrevía a volver a lanzarse a la piscina a ciegas. Necesitaba tiempo, tiempo para averiguar quién era él, tiempo para protegerse.
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