Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 267
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Capítulo 267:
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«¿Qué estás mirando?», la suave voz de Chris resonó sobre ella. Sorprendida, Maia levantó rápidamente la mirada, sintiéndose pillada por sorpresa.
Por un instante, se sintió completamente avergonzada, pero rápidamente se recompuso y dijo con rigidez: «Nada. No estaba mirando nada».
Apenas pronunció las palabras, Chris extendió la mano y le tomó la suya. El calor que irradiaba su palma hizo que Maia sintiera un escalofrío recorriendo su espalda.
Desconcertada, levantó la vista hacia el rostro de Chris y vio que sus ojos oscuros brillaban con picardía y que esbozaba una sonrisa pícara en los labios. Parecía completamente relajado, casi travieso, pero había un encanto innegable en la forma en que la miraba.
Era obvio que no se creía ni una palabra de su historia.
Antes de que Maia tuviera oportunidad de responder, Chris ya le había colocado la mano sobre el estómago, justo encima de la camisa. Su voz grave tenía un ligero tono ronco.
—Tengo el presentimiento de que no estabas echando un vistazo casual… ¿Quizás estabas mirando algo en particular? —Guía lentamente la mano de Maia hacia abajo.
Chris esbozó una sonrisa pícara y dijo: «O tal vez… aquí…».
Las mejillas de Maia se pusieron rojas como si les hubieran prendido fuego. Sus dedos se retiraron bruscamente, como si les hubieran dado una descarga, y su corazón se aceleró, arrastrado por una tormenta de emociones.
¡Este chico era simplemente un seductor irresistible!
Maia nunca había experimentado nada parecido. Incapaz de resistir la tensión abrumadora, se dio la vuelta, queriendo marcharse apresuradamente, nerviosa.
Sin embargo, Chris permaneció relajado, con los ojos fijos en sus mejillas sonrojadas. Con una risa juguetona, dijo: «La próxima vez, si quieres mirar, solo tienes que decirlo. No te escondas. Soy tu marido, todo vale para ti».
Maia sintió que el corazón le daba un vuelco. La mujer, normalmente tan serena, se vio a sí misma revelando una timidez poco habitual en ella, propia de una niña.
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Chris la observaba, cautivado, como si estuviera disfrutando de ese nuevo lado de ella que nunca había notado antes: su timidez.
La atmósfera entre ellos se volvió sutilmente eléctrica, cargada de una sensación de incomodidad.
Decidida a mantener la compostura, Maia respiró hondo. En lugar de perderse en sus pensamientos, optó por abordar el tema directamente. Se volvió hacia Chris y le preguntó: —Señor Cooper, ¿puede aclararme algo? ¿Pasó algo entre nosotros anoche?
Él soltó un suspiro, con aire impotente. «¿De verdad no recuerdas nada?».
Maia negó con la cabeza.
No era que hubiera perdido completamente la memoria, sino más bien que se sentía insegura.
«¿Quiere que le ayude a refrescar la memoria?».
Chris se acercó y bajó la voz hasta convertirla en un susurro.
Mantuvo una distancia prudencial, sin llegar a tocarla, pero su cercanía era casi insoportable. Sus movimientos eran fluidos, acercándose poco a poco a Maia.
—¿Esto te recuerda algo? Su voz era baja y tranquilizadora, y su cálido aliento rozaba la oreja de Maia. El aroma fresco y frío del cedro llenaba el aire a su alrededor.
La sensación le resultaba familiar y le provocó un escalofrío. Todos los pelos de su cuerpo parecieron erizarse. Su piel se calentó y sus dedos se curvaron ligeramente mientras imágenes vagas y fragmentadas aparecían en su mente, momentos íntimos que no conseguía encajar.
Maia respiró rápidamente, tratando de calmar sus nervios.
Dio un paso atrás y miró a Chris a los ojos con determinación. —Sr. Cooper, la situación de anoche fue extraña. Si me pasé de la raya… lo siento de verdad.
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