Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 252
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Capítulo 252:
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Algo iba muy mal con ella.
La posibilidad lo golpeó con fuerza, sin dejar lugar a dudas.
—¡Conduce más rápido, Maxwell! —exclamó Chris, con la voz quebrada como un latigazo. Maxwell pisó a fondo el acelerador y el coche se lanzó a toda velocidad por la calle, dejando tras de sí una estela de luces traseras rojas que se desvanecían en la noche.
De vuelta en el apartamento, Chris abrió la puerta de la habitación de Maia y la acostó con cuidado en la cama.
Antes, ya le había dado instrucciones a Maxwell para que localizara a alguien del mercado negro. Solo ellos tendrían acceso al tipo de antídoto que ella necesitaba.
De pie junto a ella, Chris observaba impotente cómo se retorcía de dolor, con las mejillas enrojecidas y el ceño fruncido, en una imagen de puro tormento.
Inclinándose sobre ella, Chris la observó retorcerse incómoda, con el rostro enrojecido y húmedo por el sudor y el delgado cuerpo inquieto contra las sábanas. Apretó los puños con fuerza a los lados del cuerpo y la rabia brilló en sus ojos como acero afilado.
Chris se dio la vuelta y salió de la habitación para buscar un vaso de agua fría. Cuando volvió, levantó a Maia contra su pecho y la ayudó a beber el agua, esperando que le aliviaría el malestar.
Sin embargo, Maia no parecía satisfecha con la frescura del agua. Seguía acurrucándose contra el pecho de Chris, buscando el frío que se escondía bajo su camisa.
Su cabello ya era un desastre salvaje y suave, revuelto como el de un gatito, lo que despertó algo profundo en Chris.
Luchó con todas sus fuerzas por mantener la compostura.
Después de volver a acostar a Maia en la cama, Chris extendió la mano para cubrirla con una manta.
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Pero antes de que pudiera hacerlo, Maia le echó los brazos al cuello, lo tiró hacia abajo sin previo aviso e inclinó la cabeza para presionar sus labios contra los fríos de él.
Chris sintió una fractura repentina en su psique, como si el último hilo de su autocontrol se hubiera roto de golpe.
Acunó suavemente la cabeza de Maia, bebiendo con avidez la dulzura de sus labios.
El calor de sus cuerpos se entrelazó a través de la tela, encendiendo el deseo latente que bullía entre ellos.
El frescor de la mano de Chris contrastaba fuertemente con la piel febril de Maia, haciéndola temblar.
Las chispas del deseo que ardían en su interior se avivaron, extendiéndose rápidamente por todo su ser.
Maia correspondió a sus avances con creciente fervor, impulsada por su profundo anhelo de alivio.
En ese momento, el cuerpo de Chris se tensó inesperadamente.
¿Qué estaba pensando? ¿Realmente iba a aprovecharse de su vulnerabilidad? Bajo los efectos de la droga, Maia carecía de su lucidez habitual. ¿Debería simplemente dejarse llevar por sus impulsos?
A pesar de su matrimonio y de su profundo deseo por ella, la idea de aprovecharse de su estado vulnerable le repugnaba.
Anhelaba que ella participara voluntariamente, no que él se aprovechara de la situación de esa manera.
Chris contuvo sus emociones crecientes, levantó la mirada y giró suavemente el rostro de Maia hacia él. Su voz era baja y áspera. —Maia, ¿me reconoces?
Ella abrió los ojos lentamente. Al contemplar los rasgos llamativos de Chris, esbozó una sonrisa espontánea. —Lo sé. Eres… Chris.
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