Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 250
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Capítulo 250:
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Avanzando a toda prisa, extendió una mano mientras gritaba: «¡Suéltala! ¡Ahora mismo!».
Mientras sostenía a Maia con fuerza, Chris sintió el temblor de su frágil cuerpo, cada estremecimiento alimentando la tormenta que se gestaba en su interior.
Una furia fría se agitó bajo su piel, endureciendo su expresión hasta convertirla en algo letal.
Se detuvo y ladeó la cabeza lo justo para lanzar una mirada fría por encima del hombro.
La fuerza de esa mirada dejó a Vince clavado en el sitio.
La mirada de Chris era aterradora, algo que Vince nunca había visto antes.
Era la primera vez en su vida que se enfrentaba a tanta crueldad.
Los ojos gélidos de Chris transmitían un deseo escalofriante de matar.
Era una mirada que irradiaba autoridad absoluta y odio.
La presión era tan sofocante que Vince luchó por respirar.
Sus piernas se volvieron insoportablemente rígidas y se encontró clavado en el suelo. Se le cerró la garganta tanto que no pudo articular ni un solo sonido.
Una ola de pánico se apoderó del pecho de Vince y un fino velo de sudor frío se acumuló en su frente. ¿Quién era realmente este hombre? Pero antes de que Vince pudiera recuperar el aliento y sus sentidos, Chris ya había desaparecido, llevándose a Maia en brazos.
Chris salió a zancadas del Nexus Collective con Maia acunada con seguridad en sus brazos.
Las calles estaban desiertas y el viento frío aullaba, alargando su sombra oscura bajo las luces parpadeantes. Maia apoyó la cabeza en su hombro y se acurrucó contra él, dejando que el último temblor la abandonara.
Una extraña calma la invadió, tan suave e inesperada que la dejó casi ingrávida.
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Sin embargo, una pregunta seguía rondando su mente, carcomiendo la frágil paz. ¿Por qué había venido Chris a buscarla?
Sus pensamientos apenas tuvieron tiempo de formarse antes de ser engullidos por la vertiginosa niebla que se acumulaba en su interior, sumiéndola cada segundo más profundamente.
Levantó la cabeza y le echó un vistazo.
Los ángulos de su rostro se recortaban nítidamente contra la noche, e incluso la firme línea de su boca parecía increíblemente magnética.
Sin previo aviso, un calor febril floreció en su pecho, salvaje y feroz. Un impulso indómito se agitó en su interior, imprudente y crudo, incitándola a acercarse, a robarle el frescor de su piel, a tocarlo sin restricciones.
Una oleada de calor recorrió también a Chris.
Él la miró, con expresión tensa.
Sus mejillas sonrojadas y sus labios entreabiertos hicieron saltar las alarmas en su mente.
Estaba ardiendo, su respiración era entrecortada y febril.
Con cuidadosa urgencia, Chris la agarró con más fuerza y consiguió abrir la puerta del coche, ayudándola a entrar antes de subir él y sujetarla cuando se tambaleó.
—Vamos. Vuelve directamente al apartamento —dijo Chris, con voz baja y tajante.
Sin dudarlo, Maxwell puso el coche en marcha. Echó un vistazo al asiento trasero por el retrovisor, pero mantuvo la boca cerrada.
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