Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 249
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Capítulo 249:
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Bajó la cabeza, apuntando a sus labios, y la distancia entre ellos se desvaneció.
Pero antes de que pudiera acercarse más, un repentino dolor punzante le atravesó el hombro, arrancándole un gruñido agudo de la garganta.
La sorpresa se reflejó en su rostro mientras retrocedía.
Maia le había hincado los dientes en el hombro.
—¡Maia! ¡Cómo te atreves a hincarme los dientes! —exclamó Vince, con los ojos fríos como el hielo—. Muy bien, esto solo hace que las cosas sean más emocionantes. —Su rostro se contorsionó en una expresión sombría y amenazante, dispuesto a volver a derribarla.
De la nada, la puerta se abrió de golpe con un estruendo violento, sacudiendo las paredes al golpear contra el marco.
Girando instintivamente, Vince apenas alcanzó a ver un movimiento antes de que un brutal puñetazo lo golpeara.
La fuerza del golpe lo hizo tambalearse hacia atrás, estrellándose contra el sofá y cayendo al suelo con un fuerte golpe.
Durante un largo segundo, se quedó allí tumbado, aturdido por el golpe inesperado.
Exhaló un grito de dolor, se limpió la sangre de la comisura de los labios con el dorso de la mano y luchó por incorporarse. Levantó los ojos inyectados en sangre, pero sus pupilas se encogieron bruscamente al ver quién estaba allí.
Era el mismo hombre con el que se había cruzado en el restaurante privado el día que vio a Maia.
Ese rostro, ese porte… Vince no lo había olvidado ni por un segundo. La imponente presencia del hombre era imposible de ignorar.
Todo en él irradiaba una autoridad fría e inquebrantable, un aura tan afilada que hacía que el aire se sintiera más pesado.
Pero ¿por qué había aparecido allí? No, algo no cuadraba.
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La mente de Vince se aceleró y una sospecha escalofriante se apoderó de sus pensamientos. ¿Era ese hombre el que había comido con Maia en el restaurante aquel día? ¿Podría ser… que él fuera la verdadera fuerza detrás de Maia?
La mente de Vince se descontroló. Giró bruscamente la cabeza hacia Maia y luego rápidamente hacia el hombre que se acercaba, cuyos ojos eran oscuros y amenazantes.
—¡¿Quién eres?! —gritó Vince.
Chris se mantuvo erguido, con expresión gélida, mirándolo con frialdad sin responder.
Sus ojos eran como acero helado, como si estuviera mirando a un hombre cuya vida pendía de un hilo.
Desvió la mirada hacia Maia, y una leve arruga se formó entre sus cejas. Los labios de Maia, magullados y rojos, resaltaban contra la palidez de su rostro, y las emociones que se arremolinaban en sus ojos —conmoción, furia, miedo— hicieron que su propia expresión se oscureciera aún más.
Chris sintió que se le oprimía el pecho, un dolor agudo y desconocido lo atravesó al ver la escena que tenía ante sí.
Desde que la conocía, Maia siempre había llevado un escudo de fría indiferencia, ajena a todo.
La crudeza de su expresión ahora atravesaba sus defensas.
Sin perder un segundo, cruzó la habitación en unas pocas zancadas y la tomó en sus brazos como si no pesara nada.
Vince se tambaleó y se puso en pie, con la rabia destellando como un relámpago en sus ojos salvajes.
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