Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 248
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Capítulo 248:
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Maia jadeó en busca de aire, una repentina ola de horror la invadió, helándole la sangre.
La locura brillaba en los ojos del hombre que se alzaba sobre ella, una sombra de lo que había sido.
Cada respiración que Maia intentaba tomar se sentía más difícil, su mente se deslizaba cada vez más cerca del borde de la inconsciencia.
Solo después de un largo y tenso momento, Vince aflojó el agarre, aunque su mano permaneció allí como una amenaza.
En aquel entonces, Vince siempre había tratado a Maia como algo inferior a él, lo suficientemente buena para adorarlo, pero nunca lo suficientemente buena para tocarla.
Había aceptado cada gramo de su lealtad sin remordimientos, absorbiendo su cariño como si se lo debiera, sin ofrecerle nunca una sola promesa a cambio.
Para Vince, ella no había sido más que una distracción conveniente, como una mascota destinada a entretenerlo o una sirvienta destinada a obedecer. Sin embargo, esa versión de Maia había desaparecido hacía mucho tiempo.
Desde el día en que Maia salió de la cárcel, más fría y distante que nunca, Vince se había ido desmoronando por dentro. Su indiferencia rozaba algo muy sensible en él, llevándolo a una rabia que no podía explicar ni controlar.
Cuanto más se alejaba ella, más frenéticamente se aferraba Vince para volver a atraparla.
En su mente, ella siempre le había pertenecido, y siempre lo haría.
Maia levantó la mano para abofetearlo, pero Vince le agarró la muñeca con facilidad, sofocando su resistencia. —¡Suéltame! —gritó ella, con la voz entrecortada por la furia y el miedo.
—No malgastes tus fuerzas —murmuró Vince, pasando los dedos por su mejilla enrojecida—. Ahora estás demasiado débil para luchar contra mí.
Más temprano esa noche, había ordenado al camarero que echara droga en la bebida de Maia, asegurándose de que su cuerpo la traicionara antes de que se diera cuenta.
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Ahora que la droga corría por sus venas, Maia lo comprendió todo y el odio se encendió en sus ojos. —¡Eres despreciable! ¡Absolutamente repugnante!
Una oscura sed se reflejó en el rostro de Vince mientras su mirada recorría el sudor que brillaba en la piel de Maia, la línea temblorosa de su clavícula, la forma de su figura bajo la fina tela.
—Maia, ¿te das cuenta? Has cambiado. No eres nada como la persona que eras antes. En aquel entonces, eras tan aburrida que ni siquiera podía encontrar en mí mismo el interés por ti… Pero ahora, eres imposible de ignorar.
Vince soltó una risa burlona y continuó: «Nunca he dudado en utilizar cualquier medio para conseguir lo que deseo. Maia, solo puedes ser mía».
Sin pestañear, Maia mantuvo la mirada fija en Vince mientras él se acercaba.
—Vince, ¡has perdido la cabeza! —Su tono era tranquilo y distante—. Estás a punto de comprometerte con Rosanna. ¿No temes lo que pasará si descubre lo que has hecho?
En lugar de enfurecerse, Vince soltó una risa baja, una sonrisa lenta e inquietante que se extendió por su rostro. —Como esperaba, sigues pensando en mi compromiso, ¿eh? Si no, ¿por qué lo mencionas? No te preocupes, cariño. Mientras seas mía, todo lo demás se puede arreglar.
Mientras hablaba, Vince se tiró de la corbata, la tiró a un lado y se desabrochó los botones de la camisa con manos febriles, con los ojos ardientes de deseo. Maia lo miró conmocionada, atónita por lo bajo que estaba dispuesto a caer.
Apretando los puños, lo miró con repugnancia, con una expresión de profundo asco. —Vince, si te atreves a ponerme un dedo encima, te arrepentirás toda tu vida.
«¿Tú harás que me arrepienta?», preguntó Vince con una risa áspera y grave, y un destello peligroso cruzó su rostro. Se inclinó hacia el oído de Maia y le dijo con voz ronca: «Muy bien, entonces luchemos hasta entonces».
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