Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 222
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Capítulo 222:
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«Es solo que…», Vince se encontró luchando por encontrar las palabras adecuadas.
Antes de que pudiera responder, Maia lo interrumpió. «¿De verdad es tan difícil ser fiel a una persona? Lo quieres todo, y sinceramente, es repugnante».
Vince apretó los puños, los nudillos se le pusieron blancos y los ojos se le llenaron de una tormenta de emociones. ¿Asqueroso? ¿De verdad era así como ella lo veía?
Luchó por controlar su temperamento. «Maia, sabes que el compromiso con Rosanna fue arreglado por nuestras familias. No fue algo que yo eligiera. También sabes que nacer en una familia rica significa que no podemos tomar todas las decisiones».
Maia esbozó una sonrisa irónica. Oír eso de Vince le dio ganas de reír. Cuatro años atrás, cuando Rosanna la había incriminado por robar la colección exclusiva de Radiant Jewels, Vince se había puesto del lado de Rosanna. ¿Acaso eso no era una decisión en sí misma? Ahora, al decir esas cosas, ¿de verdad esperaba que se lo creyera?
Ella se quedó callada, sin decir nada, solo le dedicó una sonrisa fría.
Los ojos de Vince se clavaron en los de Maia. Una brisa agitó las hojas, trayendo consigo un frío intenso. Su habitual arrogancia se desvaneció y su voz se suavizó.
—Maia, si no fuera por lo que pasó hace cuatro años, ahora serías mi esposa. Sé que te he hecho daño y quiero arreglar las cosas. Por favor, ¿puedes darme otra oportunidad?
La Maia de antes quizá se habría sentido conmovida por sus palabras. Pero ahora veía claramente la debilidad de Vince. Ya no sentía nada por él y oírle hablar solo le causaba dolor.
Le dolía recordar que una vez había amado a un hombre tan engañoso.
Maia lo miró sin emoción, con el rostro firme. «Vince, ¿sabes cuál es la mejor manera de compensarme? No volver a aparecer delante de mí».
Dicho esto, se dio la vuelta para marcharse.
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Pero, al instante siguiente, él la agarró de la muñeca.
Antes de que ella pudiera reaccionar, la tiró bruscamente hacia él.
Maia se quedó desconcertada.
Levantó la mirada y se encontró con los ojos intensos de Vince clavados en ella.
Su voz era tensa, como si le costara articular las palabras. —Maia, no creo que no sientas nada por mí.
Vince se inclinó hacia su oído, con el aliento caliente contra su piel. «Recuerdo que una vez dijiste que solo me amarías a mí para siempre…».
Maia entrecerró los ojos y levantó la mano.
Entonces, una fuerte bofetada resonó en la cara de Vince.
Vince se quedó paralizado, sorprendido de que ella le hubiera golpeado con tanta fuerza. Una marca roja brillante, con cada dedo claramente delineado, floreció en su mejilla.
«Debía de estar ciega», dijo Maia con frialdad, empujando a Vince, que estaba aturdido. Le lanzó una mirada de advertencia: «¡Si vuelves a ponerme un dedo encima, no será solo tu cara la que reciba el golpe!».
Sin mirarlo, se dio la vuelta y se alejó.
No muy lejos, escondido detrás de un árbol, un paparazzi tomó rápidamente una foto.
Maia tomó un taxi y se dirigió a casa.
En cuanto entró, vio a Chris sentado en el salón, esperándola.
La mesa del comedor estaba repleta de platos apetitosos. Chris llevaba una sencilla camisa blanca con los botones superiores desabrochados y las mangas remangadas con naturalidad.
Sus fuertes clavículas y el relieve de sus músculos se marcaban claramente. Le acercó una silla y le dijo: «Esta noche soy el chef. Ven a ver si mi cocina está a la altura».
No dijo mucho, pero todo lo que hacía parecía una celebración silenciosa del regreso victorioso de Maia.
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