Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 177
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Capítulo 177:
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Sin más excusas, Maia se dirigió a regañadientes a su apartamento, preparándose para una noche que sin duda sería de todo menos normal.
Elvira entró en la habitación, escudriñando con avidez cada rincón. Casi de inmediato, refunfuñó: «Maia, ¿cómo puedes vivir en un sitio así? ¿Tu marido no te ha buscado algo mejor?». Al pronunciar estas palabras, miró a Chris.
Lo decía deliberadamente para Chris, dando a entender que Maia ya tenía marido y que él no tenía ninguna oportunidad.
Chris, por su parte, permaneció tranquilo, sin dejar traslucir nada en su expresión.
Elvira soltó un pequeño resoplido desdeñoso antes de volverse hacia Maia. «Aunque esté arruinado, tú aún podrías…», dejó la frase en el aire.
—¡Elvira! —la espetó Maia, silenciándola con una mirada penetrante. Solo entonces Elvira se dio cuenta de que casi se le había escapado algo.
Si ese inútil bastardo de la familia Cooper se enteraba de que Maia tenía una fortuna, se le pegaría como una lapa. No podía permitir que eso sucediera.
—Ah, claro, Maia, ¿a qué se dedica tu marido? —Elvira cambió rápidamente de tema, desviando la conversación hacia otro terreno—. Si no gana mucho, quizá pueda conseguirle algo mejor —añadió, dejando que su mirada vagara una vez más por el pequeño espacio—. Por cierto, ¿dónde se esconde tu marido?
—Está de viaje de negocios —respondió Maia con indiferencia—. Es probable que no vuelva pronto.
Elvira apretó los labios. Qué curioso giro del destino: la novia de Chris estaba fuera por trabajo y ahora el marido de Maia hacía lo mismo. Si no lo supiera, habría pensado que los dos habían hecho las maletas y se habían ido juntos.
Con el marido de Maia fuera de la ciudad, Elvira pensó que era una pérdida de tiempo seguir siguiéndole al detective privado.
Hizo un pequeño puchero y empezó a mirar a Chris con creciente sospecha.
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Cuanto más lo observaba, más se daba cuenta de que había algo familiar en su comportamiento en la habitación.
Por ejemplo, dejó sus cosas sin pensarlo dos veces y cogió un vaso para servirse agua. Era casi como si estuviera relajándose en su propia sala de estar.
—¿Has estado por aquí mucho tiempo? —soltó Elvira de repente, mirando fijamente a Chris.
Chris esbozó una sonrisa tranquila. —Pasé una vez, para ayudarla a cambiar una bombilla.
Mientras hablaba, incluso levantó una mano y señaló directamente la lámpara del techo.
—Pero te mueves como si conocieras este lugar como la palma de tu mano —dijo Elvira, entrecerrando sus ojos almendrados, como si intentara desnudarlo con la mirada.
Chris, sin embargo, respondió con naturalidad: «Vivo justo al lado. La distribución es idéntica, así que todo me resulta familiar».
Elvira lo pensó y decidió que su historia era creíble, así que no insistió más.
Mientras tanto, Maia ya había entrado en la cocina y se había atado un delantal a la cintura. Elvira la siguió rápidamente sin perder el ritmo.
Chris exhaló un pequeño suspiro que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo y enderezó con cuidado las rosas que había traído. Luego, levantó la cabeza y miró hacia la cocina, donde Maia estaba muy ocupada.
Sus ojos se oscurecieron ligeramente.
Al poco rato, llegaron las compras.
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