Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 174
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Capítulo 174:
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«¡Si no hubiera aparecido, habrías dejado que ese imbécil te engañara!», espetó Elvira, con cada sílaba impregnada de su repugnancia hacia el marido de Maia.
Maia se quedó paralizada, con la mente dando vueltas en su confusión. «¿De qué estás hablando?».
Elvira se quitó las gafas de sol, se dio la vuelta, sacó una foto y un archivo de la guantera y se los puso en las manos a Maia.
—Míralo tú misma. Ni se te ocurra darme las gracias, ¡es lo que hacen las mejores amigas! —dijo Elvira, levantando la barbilla con orgullo, como si esperara un aplauso por su esfuerzo.
Maia echó un vistazo a la foto: ella y Chris, charlando tranquilamente a la entrada del complejo residencial esa misma mañana. Abrió la carpeta y echó un vistazo rápido a los documentos que había dentro. Todos eran sobre Chris.
—Este es tu misterioso marido, ¿verdad? —El tono de Elvira era cortante, rebosante de desdén—. Chris Cooper, el hijo ilegítimo del presidente del Grupo Cooper. Perezoso, autoindulgente y un completo desastre. ¿Sabes siquiera con cuántas mujeres ha estado?
El corazón de Elvira se encogió al pensarlo: ver a Maia atada a alguien como Chris le parecía un cruel giro del destino. Suavizó el tono solo un poco, como si intentara sacar a Maia de su delirio. —Está bien, Chris es guapo. Pero el matrimonio no es una broma, Maia. No es algo que se tira por la borda solo por una cara bonita, ¿verdad?
El rostro de Maia se endureció y su voz se volvió gélida. —¿Has… hecho que alguien me siguiera?
Una ráfaga de viento sopló, provocando un escalofrío en la piel de Elvira, cuyo cuerpo se tensó.
—Solo quería saber con qué tipo de hombre te habías casado —murmuró Elvira entre dientes, entrecerrando los ojos.
Luego, con un bufido, añadió: «No me extraña que hayas sido tan reservada sobre tu marido. Parece que ni siquiera te atreves a decirlo en voz alta».
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Maia se quedó sin palabras por un momento.
Debería haberlo sabido: Elvira nunca había sido de las que dejaban pasar las cosas. Una vez que se proponía algo, iba a por ello como un tren de mercancías.
Guardarle secretos a Elvira nunca era fácil.
Suspirando, Maia se movió, tratando de explicarse. «No es lo que piensas…».
Elvira no estaba de humor para excusas. Arrebató la foto de las manos de Maia, la sostuvo frente a ella y exigió: «Dime la verdad: ¿este hombre es tu marido?».
Maia se detuvo, con una mirada vacilante en los ojos, antes de murmurar finalmente: «No lo es».
Era una mentira que no tenía más remedio que decir. Si admitía que Chris era su marido, su vida dejaría de ser tranquila.
Elvira se convencería de que Chris era mala noticia y no se detendría ante nada para presionarla para que se divorciara. Peor aún, Elvira intentaría entrometerse con entusiasmo para emparejarla con su hermano.
Maia no tenía ni el tiempo ni la energía para entretenerse con las intromisiones de Elvira. Todavía tenía las tareas de Zoey pendientes.
Por ahora, negarlo era la única forma de mantener a raya la tormenta y acallar las esperanzas de Elvira de que Maia se convirtiera en su cuñada.
Elvira parpadeó, atónita por la firme respuesta de Maia. Su sospecha se agudizó y frunció el ceño. —¿De verdad?
Maia asintió con la mirada fija.
Elvira la miró fijamente durante un largo momento, frunciendo aún más el ceño mientras estudiaba la foto de nuevo.
Las dos personas de la foto estaban de pie a la entrada del complejo, pero al mirarla más de cerca se veía que la distancia entre ellas no era especialmente íntima. Si estuvieran casados, seguramente estarían más cerca, tal vez incluso cogidos de la mano, sobre todo si fueran recién casados. En cambio, parecían conocidos lejanos manteniendo una conversación cortés.
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