Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 167
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Capítulo 167:
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¿Cómo demonios había conseguido Maia, precisamente ella, ponerlos de su lado?
Con Zenith Legal apoyando a Maia, los supuestos partidarios de Rosanna estaban a punto de ser destrozados en los tribunales. Y una vez que hubieran terminado, el nombre de Rosanna sería el más comentado, pero por todas las razones equivocadas. Ser quemada en Internet solo sería el comienzo. Después de eso, ninguna campaña de relaciones públicas podría recuperar su reputación.
El pánico se apoderó de Rosanna mientras buscaba desesperadamente una solución. Solo se le ocurrió un nombre que pudiera tener alguna posibilidad contra Zenith Legal: Vince.
Respirando con dificultad, Rosanna marcó su número y se puso en modo damisela en apuros. Su voz se quebró con lágrimas perfectamente sincronizadas. «Vince… Estoy en un lío muy gordo. Tienes que salvarme…».
Rosanna le contó a Vince el cruel plan de Maia de llevar a sus fans a los tribunales.
«Solo me defendían, pero ¿qué puedo hacer yo? No puedo hacer nada contra ella. Maia nunca se ha preocupado por mí ni por toda la familia Morgan. Ahora va a por la gente que me ha apoyado. Quiere destruirme por completo, ¿verdad? Yo no soy como ella, Vince. No sé jugar con la gente ni tengo bufetes de abogados poderosos como Zenith Legal dispuestos a ayudarme. Ahora mismo, tú eres todo lo que tengo…».
Las lágrimas nublaron su voz, suave y llena de dolor.
Vince sintió un nudo en el pecho al verla derrumbarse. Exhaló lentamente y dijo: «Rosanna, cálmate. Encontraré una manera de arreglar esto».
—¿De verdad? —La voz de Rosanna se elevó con una esperanza desesperada—. ¿Lo dices en serio, Vince? ¿No lo dices solo para hacerme sentir mejor? Todo se está desmoronando tan rápido. Ni siquiera sé por dónde empezar.
—Lo digo en serio. Nunca te mentiría, Rosanna. Lo sabes —dijo Vince con voz firme.
Sus palabras no eran una promesa vacía. Vince lo decía de verdad. Rosanna no era cualquiera, era la mujer con la que iba a casarse.
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Si ella caía, la vergüenza no sería solo suya. El nombre de la familia Ward también se vería afectado.
Y, en el fondo, Vince seguía enfurecido por las recientes humillaciones. No iba a permitir que Maia saliera ganando.
Mientras luchaba con estos pensamientos, la suave voz de Rosanna volvió a llegar hasta él, diciendo: «Sabía que no me abandonarías, Vince».
Ella dudó, mordiéndose el labio, y luego añadió en voz baja: «Maia solo ha tenido una suerte ridícula esta vez. Sin ese vídeo que la exculpa, estaría acabada. E incluso con él… no prueba exactamente que no estuviera siendo mantenida por alguien sospechoso. Vince, ¿quién crees que es realmente ese tal «JusticeBlaze»? ¿Cómo consiguió esas imágenes de vigilancia?».
Rosanna dijo esto deliberadamente, con la esperanza de evaluar la reacción de Vince. Quería saber si Vince tenía algo que ver con la publicación del vídeo.
Los ojos de Vince se oscurecieron ligeramente. Todo ese lío ya había herido su orgullo. No podía permitir que Rosanna vislumbrara su vergüenza.
Encogiéndose de hombros, dijo con indiferencia: «Ya tengo gente investigando. No te preocupes. Quédate en casa y espera a que te dé noticias. Tengo cosas que hacer. Te llamaré más tarde».
Vince tocó la pantalla para terminar la llamada y se recostó, exhalando un largo suspiro.
Al otro lado de la línea, Rosanna aún quería escuchar su voz un poco más, pero lo único que escuchó fue el frío y hueco pitido de una llamada cortada.
Las dudas de Rosanna se hicieron aún más fuertes ante la actitud despreocupada de Vince. Recordó que él se había jactado de haber contratado al mejor hacker para borrar las imágenes de vigilancia para siempre. Si eso era cierto, ¿cómo habían sido recuperadas sin ningún problema? Tal vez Vince había empezado a sentirse culpable y había decidido arreglar el daño a sus espaldas. O tal vez Maia, acorralada y sin nadie más a quien recurrir, le había suplicado ayuda a Vince y de alguna manera lo había convencido de que la exonerara de toda culpa.
La rabia brotó dentro de Rosanna. Golpeó con el talón el pintalabios, aplastándolo hasta convertirlo en pedazos en el suelo.
La amargura hacia Maia ardía cada vez más con cada momento que pasaba, inundando su mente de rabia. «¡Maia, algún día te destrozaré igual que he destrozado este pintalabios!».
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