Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 162
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Capítulo 162:
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Paralizada, Maia apenas se atrevía a moverse. Podía oler el aroma débil y limpio de la madera de cedro que impregnaba a Chris, fresco como el aire de la montaña, pero con una intensidad silenciosa que hacía que su corazón latiera con fuerza.
—Señor Cooper, usted… —tartamudeó, presionando instintivamente las palmas de las manos contra su pecho en un intento por crear distancia.
Bajo la fina capa de tela, lo sentía todo: la fuerza sólida de su pecho, el calor de su piel, el latido constante e inquebrantable de su corazón.
Cuando Chris finalmente habló, su voz era baja, rica y peligrosamente cercana. Cada palabra brotaba lenta y deliberadamente de sus labios. —Maia, ¿de verdad me ves como tu marido?
Un rápido latido sacudió el pecho de Maia, y su corazón se aceleró antes de volver a latir con fuerza. Asintió ligeramente y respondió en voz baja: «Ahora estamos casados… así que, por supuesto que sí».
Frente a ella, Chris bajó la mirada, estudiando el nervioso temblor de sus dedos y el ligero rubor que tiñó sus mejillas. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios. —¿De verdad?
Un ligero movimiento en su garganta atrajo la mirada de Maia hacia la forma en que tragaba saliva, y cuando sus ojos se encontraron de nuevo, eran tan profundos que se sintió ahogarse en ellos. Su voz era baja y firme, y la envolvió como si fuera seda. —Si eso es cierto, ¿por qué sigues poniendo barreras entre nosotros?
Esa simple pregunta sacudió algo dentro de Maia.
Los matrimonios normales no trazaban líneas tan rígidas. Las parejas normales las difuminaban sin siquiera intentarlo. Pero lo que ellos tenían nunca había sido normal.
Para evitar malentendidos innecesarios, pensó que era mejor aclarar las cosas. Dijo sin rodeos: «Sr. Cooper, nuestro matrimonio fue concertado. No había ningún fundamento desde el principio. Sé que no se casó conmigo por amor verdadero».
Lo tenía muy claro, por eso siempre se había asegurado de mantener las distancias con Chris.
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Chris también debía de entenderlo, o al menos eso creía ella.
Sin previo aviso, Chris soltó su mano. Dio un paso atrás lentamente y la miró con expresión indescifrable, con la comisura de los labios levantada en una especie de media sonrisa, medio desafiante. Su voz se volvió burlona y arrastrada. —¿Quién dice que no lo hice?
La sorpresa paralizó a Maia. ¿Hablaba en serio? ¿Estaba sugiriendo que había habido una intención real detrás de su matrimonio?
Solo pensarlo le parecía imposible. Chris, el hombre que vivía como un espíritu libre, ajeno a las expectativas de los demás, no elegiría encadenarse a sí mismo.
Debía de estar jugando con ella, lanzándole palabras sin sentido solo para desconcertarla. Pero Maia ya no era la misma chica de antes. La vida le había enseñado a no dejarse engañar por sonrisas encantadoras ni bonitas mentiras.
Levantando la cabeza, Maia miró a Chris a los ojos con una sonrisa tranquila e imperturbable. —¿Y cómo se supone que voy a saber si estás siendo sincero? Sr. Cooper, aquí somos dos adultos. Si esto es una broma, entonces, sinceramente… no es muy buena.
Chris entrecerró ligeramente los ojos, y un destello peligroso brilló en su interior. —¿Crees que solo estoy jugando contigo?
—¿No es eso lo que estás haciendo? —respondió Maia con ligereza, esbozando una sonrisa fría, casi burlona—. ¿Esperas que me crea que un desconocido puede sentir algo verdadero tras unos pocos encuentros? ¿Que eres de los que se enamoran a primera vista?
Manteniendo la compostura, suavizó la voz, casi como si le estuviera explicando algo obvio a un niño. —Sr. Cooper, nadie le conoce mejor que usted mismo. Y desde luego yo no.
El recordatorio no era solo para él, sino también para ella misma. Por mucha ternura que él fingiera mostrar, no podía permitirse caer en la trampa.
Sin esperar respuesta, Maia se dio media vuelta y se alejó, desapareciendo en su habitación sin mirar atrás.
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