Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 152
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Capítulo 152:
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Aunque sabía que no había hecho nada malo, aunque no le debía ninguna explicación, sintió una punzada de culpa en el pecho cuando vio el dolor reflejado en su rostro.
—Estoy seguro de que no hay nada entre tú y el Sr. Casadei —dijo Chris, con la mano firme mientras se limpiaba la boca con una servilleta, con movimientos tranquilos y decididos.
Maia apretó los labios, sin saber cómo responder. Chris soltó una risa tranquila, casi autocrítica. —Solo digo que la próxima vez quizá podrías dedicarme también un poco de conversación.
Las palabras la golpearon más fuerte de lo que esperaba. Solo entonces Maia se dio cuenta de que había estado tan absorta charlando con Vincenzo que apenas había mirado a Chris. Cualquiera en su lugar se habría sentido un poco excluido.
Maia se dio cuenta y una sonrisa brillante y burlona iluminó su rostro. —Entendido. La próxima vez, me aseguraré de que los tres charlemos sobre algo que realmente te interese.
Chris se limitó a mirarla, sin saber qué decir. En ese momento, pensó que era mejor fingir que nunca había abierto la boca.
Una vez que terminaron de comer, Maia se dirigió a la recepción, dispuesta a pagar la cuenta ella misma. Pero antes de que pudiera sacar la cartera, la recepcionista le sonrió cortésmente y le informó de que ya lo había pagado todo.
Al darse la vuelta, vio a Chris acercándose con esos pasos largos y seguros. Así que debía de haber pagado la cuenta antes, cuando salió a hacer una llamada.
Teniendo en cuenta lo cara que había sido la comida, Maia sintió el peso de otro favor más que se acumulaba entre ellos.
—¿Adónde vas? Puedo llevarte —dijo Chris mientras salían del restaurante.
La oferta hizo dudar a Maia. Todavía tenía que reunirse con Elvira más tarde y terminar de preparar los remedios herbales para Kathie. Hacer malabarismos con ambas cosas ya sería bastante difícil sin meter a Chris en el lío. Pensando rápidamente, sonrió y dijo: —Solo pensaba dar una vuelta. Tú deberías volver. La cena de tu jefe ya debe de estar terminando, ¿no?
No estaba preparada para meter a Kathie o Ethan en la conversación todavía. Eso solo abriría puertas por las que no estaba preparada para pasar.
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Chris la miró brevemente, evaluándola, pero no dijo nada.
Con un breve gesto de asentimiento, levantó la mano y llamó a un taxi.
Al entrar en el taxi, Chris se recostó en el asiento, pero la irritación que bullía bajo su aparente calma se negaba a desaparecer. La idea de que Vincenzo irrumpiera y arruinara la tarde le carcomía por dentro.
Chris cogió el teléfono, pulsó la pantalla y marcó un número.
Al otro lado, Maxwell se despertó de un lujoso siesta en un baño público de lujo. Su teléfono vibró con insistencia hasta que lo llevó a su oído.
—Sí, hola… —dijo con voz pastosa por el sueño.
Antes de que pudiera terminar de saludar, la fría voz de Chris crepitó al otro lado de la línea. —Si Vincenzo sigue haciéndose el tonto, dile que está acabado en el mercado negro. Acabado.
La llamada terminó antes de que Maxwell pudiera preguntar qué había pasado. Se quedó mirando la pantalla, completamente desconcertado.
«¿Qué demonios ha hecho Vincenzo esta vez?».
Más tarde, esa misma noche, Maia dejó los alimentos reconstituyentes que Kathie había pedido y encontró tiempo para llevar a Elvira a dar un paseo por Wront.
En cuanto entraron en una boutique llena de encanto peculiar, Elvira se agarró al brazo de Maia, rebosante de emoción. Mientras echaba un vistazo a los estantes, le preguntó con naturalidad: «Maia, ¿ya vives con tu nuevo marido?».
Maia dudó, pasando los dedos por una vitrina de delicados anillos antes de responder: «Algo así».
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