Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 150
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Capítulo 150:
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«¿Qué pasa?», preguntó Vince, que había estado descansando con los ojos cerrados y frunció ligeramente el ceño ante la interrupción.
«¡Vince, mira allí! ¿No es Maia?».
Al oír el nombre de Maia, Vince se enderezó y agudizó la vista. A través del amplio ventanal, vieron a Maia dentro del restaurante de tres estrellas, conversando animadamente con un hombre mayor. Y ese hombre… ¿no era el dueño de la joyería? ¿El que había comprado la pulsera en la subasta?
La ira apretó el pecho de Rosanna, robándole el aliento. Quizás ese anciano había estado apoyando a Maia desde las sombras todo este tiempo. No era de extrañar que se hubiera puesto del lado de Maia en aquel entonces. Así que los dos habían estado confabulados todo este tiempo. Pensándolo bien, Rosanna supuso que la pulsera ni siquiera valía 150 millones, ¡podría haber sido todo un montaje para recuperar la pulsera!
Una retorcida sensación de claridad inundó a Rosanna, oscureciendo aún más su odio. Por fin tenía algo tangible, algo que podía usar para desenmascarar su sucia alianza.
Sonriendo, bajó la ventanilla y colocó el teléfono con cuidado, tomando foto tras foto de Maia y Vincenzo desde la distancia justa para que la situación pareciera sospechosa.
Una vez satisfecha, guardó el teléfono y miró de reojo a Vince, con un tono ligero pero cortante. —Este sitio… no es precisamente barato, ¿verdad?
La expresión de Vince se endureció en cuanto reconoció el nombre del restaurante. Era un nivel por encima del comedor privado donde se había cruzado por primera vez con Maia. Apretó los puños sobre el regazo y apretó la mandíbula mientras la ira brillaba en sus ojos.
«Desvergonzada», murmuró Vince entre dientes.
—Vince, alguien está reteniendo a Maia. Pero en Internet, la gente lo descarta como rumores y la defiende, incluso atacando a cualquiera que diga la verdad. —Rosanna sollozó con pena, con la voz cargada de dolor—. Siempre la consideré como mi hermana, pero eso no le da derecho a tergiversar la verdad así…
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Vince había visto las discusiones en Internet. Rosanna había hecho todo lo posible por proteger su imagen ante los ojos de Vince, pintándose como la víctima indefensa atrapada en una tormenta que ella no había creado.
Había llorado mientras le contaba lo de la pulsera, jurando que creía que era un recuerdo de su querida abuela, Vicki, algo que no tenía precio solo por el valor sentimental, no por el dinero.
En cuanto a la pelea de Maia con la familia Morgan, Rosanna alegó ignorancia, insistiendo en que no sabía nada del asunto. Su voz temblorosa y su confesión entre lágrimas habían dejado una profunda huella en el corazón de Vince.
En su mente, Rosanna no era de las que tramaban intrigas. Simplemente la habían malinterpretado. A diferencia de las voces volubles de Internet, Vince creía que podía ver la sinceridad cuando la tenía delante.
Después de consolar a Rosanna, Vince la había invitado a cenar. Ninguno de los dos esperaba encontrarse con Maia de vuelta a la villa Morgan.
A través de los amplios ventanales del restaurante, Vince la vio, riendo y animada con un hombre mayor. Le impactó más de lo que esperaba. ¿Cuándo fue la última vez que Maia le había sonreído así?
Un dolor agudo le retorció el pecho y los celos brotaron tan rápido que casi lo ahogaron. Apretó los puños con fuerza, hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Bajó la mirada al teléfono de Rosanna, donde las nuevas fotos esperaban como un arma cargada.
—Envíamelas —dijo Vince con rigidez—. Me aseguraré de que todos vean su verdadera cara.
Rosanna, con cuidado de no parecer demasiado ansiosa, ofreció un análisis mesurado. —Tenemos que ser inteligentes. Solo son fotos. Si alguien las rastrea hasta este restaurante y consigue las imágenes de las cámaras de seguridad… y si esas imágenes no muestran nada inapropiado, Maia podría darle la vuelta a la historia otra vez.
Ya había sido víctima de los trucos de Maia anteriormente: humillada públicamente por vídeos que mostraban lo justo para hacerla parecer una mentirosa. Esta vez, Rosanna había tomado fotos con ángulos pensados para despertar sospechas, pero la realidad era inofensiva. Desde un punto de vista legal, Maia y Vincenzo no habían hecho nada malo.
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