Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 116
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Capítulo 116:
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La joyería se encontraba entre los establecimientos más antiguos y respetados de Wront. Aunque no podía compararse con la grandeza de Radiant Jewels o Annie Crystal, seguía teniendo un peso respetable en el panorama joyero de la ciudad. Rosanna se dirigió a la recepción y le dio a la recepcionista los detalles de su cita.
Unos instantes después, Vincenzo, que había sido avisado, bajó desde el segundo piso.
—¿Usted debe de ser la señorita Morgan, verdad? —preguntó con cortesía al acercarse.
Rosanna arqueó una ceja, con una expresión teñida de orgullo. —Sí.
Sin perder el ritmo, Vincenzo la guió a la sala VIP y pidió al personal que le sirviera café y una selección de refrescos.
Una vez que ella se hubo acomodado y se sintió completamente mimada, Vincenzo mantuvo intacta su agradable sonrisa. —Señorita Morgan, ¿ha traído el artículo que le pedí?
Rosanna sacó de su bolso un brazalete cuidadosamente envuelto. Cuando extendió la mano, de repente la retiró y entrecerró los ojos con recelo. —¿De verdad está dispuesto a pagar doscientos cuarenta millones de dólares por este brazalete?
Vincenzo no inmutó un solo músculo y mantuvo la voz firme. —Sí.
«Bueno… primero transfiera el dinero. Una vez que confirme que los fondos están en mi cuenta, le daré la pulsera», dijo Rosanna, fingiendo mantener la calma a pesar de que no estaba acostumbrada a manejar negocios como este.
Vincenzo soltó una suave risa. —Por favor, tenga la seguridad, señorita Morgan. Una vez que se autentifique el brazalete y se compruebe su autenticidad, se le transferirá el importe íntegro.
«¿Autenticada?», preguntó Rosanna frunciendo ligeramente el ceño.
—Señorita Morgan, debe saber que autenticar joyas valiosas es una práctica habitual antes de cualquier compra. Sin ello, ¿cómo podría estar seguro de que lo que me ofrece es auténtico y no una falsificación? —La expresión de Vincenzo se mantuvo serena e impenetrable, como si se tratara de un mero comentario sobre un asunto rutinario.
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Rosanna lo pensó un momento. Tenía sentido.
Al fin y al cabo, doscientos cuarenta millones no era calderilla. Era lógico que el comprador procediera con cautela.
Sus ojos recorrieron la boutique, fijándose en la decoración vintage que susurraba la historia de Wront.
De pie frente a ella, Vincenzo tenía todo el aspecto de un caballero refinado, y su lujo discreto hablaba más alto que cualquier exhibición ostentosa.
No parecía del tipo que la engañaría.
Convencida por su propio razonamiento, Rosanna preguntó: «¿Cómo se llevará a cabo la autenticación?».
Vincenzo señaló hacia la parte trasera del segundo piso. «Tenemos una sala de autenticación totalmente equipada con tasadores profesionales y herramientas avanzadas. Señorita Morgan, solo tiene que esperar aquí un momento».
Rosanna siguió su gesto con la mirada. «¿Puedo observar la autenticación?».
«Lo siento, señorita Morgan. Solo pueden entrar los tasadores certificados, debido a la delicada naturaleza de los instrumentos. Sin embargo, el proceso se graba y puede ver las imágenes cuando lo desee».
Esa explicación finalmente alivió la preocupación que Rosanna sentía en el pecho.
Había estudiado diseño de joyas en la universidad y sabía de primera mano lo meticuloso que podía ser el trabajo de autenticación.
Incluso un pequeño error podía suponer un desastre. Cuanto más experimentado era el tasador, menos interferencias toleraba.
Y las boutiques de este calibre no contrataban a aficionados.
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