Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 114
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Capítulo 114:
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Al oír la llamada de Vincenzo, Maxwell activó el modo altavoz. Tras asimilar los detalles, se giró y lanzó una mirada interrogativa a Chris, buscando en silencio su veredicto sobre el asunto que concernía a su mujer.
Chris arqueó una ceja y el ángulo afilado de su mandíbula se inclinó ligeramente en señal de consentimiento.
Entendiendo el mensaje, Maxwell respondió: «Dile que tú eres el comprador. Una vez que lo tengas en tus manos, devolvérselo. De esa manera, honrarás tu deuda».
Aliviado, Vincenzo expresó su gratitud efusivamente. —Gracias, señor Payne. ¡Puede quedarse con cualquier cosa de mi colección!
—No me interesan esas baratijas —respondió Maxwell sin rodeos, cortando la llamada. Lanzó una mirada divertida por encima del hombro a Chris y se rió entre dientes—. Vaya, vaya. No bromeaban cuando decían que los hombres pagarían cualquier precio por las mujeres que aman. Chris, cuando se entere de que has gastado 150 millones para recuperar su recuerdo, se quedará sin palabras.
Chris, recostado en un asiento, con sus largas piernas haciendo que el espacioso coche pareciera pequeño, desprendía un aura de autoridad natural.
Un destello de fría advertencia brilló en sus llamativos ojos cuando lanzó una mirada escalofriante a Maxwell, una mirada que lo decía todo.
Maxwell cerró inmediatamente la boca, sintiendo la amenaza tácita, y no dijo nada más.
Vincenzo guardó el teléfono en el bolsillo y se volvió hacia Maia con una sonrisa despreocupada. —No hay por qué enfadarse, señorita. La verdad es que… fui yo quien compró la pulsera por Internet.
Al oír sus palabras, Maia esbozó una leve sonrisa. Inclinó la cabeza, con los ojos llenos de incredulidad. —¿Usted? ¿Por qué haría eso?
—En cuanto vi la pulsera en la foto, supe que era especial. No es una simple joya antigua. Es una reliquia de una civilización antigua, con más de mil años de antigüedad. Su verdadero valor es incalculable. —Vincenzo le lanzó una rápida mirada, y un destello de inquietud delató su aparente compostura—. Ya sabes lo mucho que me gusta coleccionar objetos raros, así que…
Aunque Vincenzo no sabía nada de vinos, era un experto en antigüedades.
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«Ciento cincuenta millones de dólares era en realidad una estimación conservadora. El verdadero valor de este brazalete no se puede medir con dinero».
Cuando Maxwell le pidió por primera vez una tasación, Vincenzo fijó deliberadamente un precio alto. Tras pensarlo detenidamente, finalmente se decidió por la cifra de 150 millones de dólares, sabiendo que subestimar el valor de la pieza podría asustar al propietario.
Al oír esto, Maia se quedó paralizada en su asiento, incapaz de ocultar la conmoción que se reflejaba en sus ojos.
Nunca había imaginado que la pulsera de Vicki tuviera un valor tan asombroso. La realidad la golpeó con fuerza: Vicki le había confiado algo invaluable y ella no había sabido protegerlo adecuadamente.
Decidida a no derrumbarse, Maia se enderezó y miró a Vincenzo a los ojos, con voz firme pero con una silenciosa súplica. —Señor Casadei, usted me dijo una vez que si alguna vez necesitaba algo, me ayudaría. ¿Sigue en pie esa promesa?
Una sonrisa cómplice se dibujó en los labios de Vincenzo al captar el significado oculto de sus palabras. —Por supuesto, señorita. Esa pulsera le pertenece. En cuanto la tenga en mis manos, me aseguraré de que vuelva a usted, sin condiciones. Considérelo un gesto de agradecimiento.
Por fin, Maia soltó el aire que había estado conteniendo y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. —En realidad, tengo un plan. Hay una forma de recuperar la pulsera sin gastar un centavo. ¿Estaría dispuesto a escucharme?
Parpadeando sorprendido, Vincenzo se inclinó ligeramente hacia delante. —¿En serio? ¿Qué tipo de plan?
Inclinándose, Maia le susurró unas pocas frases al oído, con voz baja y llena de picardía.
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