Resurgiendo de las cenizas. - Capítulo 1138
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Capítulo 1138:
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Apoyó las manos con firmeza en las caderas, sin mostrar ni una pizca de vergüenza en el rostro. Al contrario, este brillaba con orgullo y una confianza inquebrantable.
«Porque… al igual que tú, yo tampoco nací en esa familia por sangre. Los Cooper me acogieron. Viví como su hija adoptiva”.
Zoey pronunció las palabras «hija adoptiva» con firme énfasis, casi como si declarara un honor.
Con delicadeza, posó una mano sobre el hombro de Maia. «Pero tú y yo compartimos mentes agudas. Por eso los verdaderos herederos de nuestras familias se mantuvieron en guardia contra nosotras».
Maia se quedó paralizada, sorprendida. Era una verdad que nunca antes había oído.
Todas las historias y todos los rumores habían pintado a Zoey como un prodigio, una leyenda, alguien muy lejos de su alcance. Sin embargo, allí estaba Zoey, revelando que no era más que una hija adoptiva del clan Cooper.
La voz de Maia se redujo tanto que casi era un susurro. —En realidad, tú eras…
«Sí. Nuestros caminos fueron similares. Al igual que tú, fui incriminada por los herederos y encarcelada», interrumpió Zoey sus palabras inconclusas, revelando la verdad sin vacilar.
Se acercó de un paso repentino y abrazó a Maia con fuerza.
El abrazo desprendía un ligero aroma a ropa limpia. Era tranquilo, firme y suave, pero a la vez apretaba con una fuerza que envolvía completamente a Maia.
—Por eso me niego a verte consumirte aquí —dijo Zoey en voz baja y tranquila, cerca del oído de Maia—. Maia, me recuerdas a mí misma, así que quiero que continúes en mi lugar, que completes los objetivos que dejé atrás y que le entregues el Grupo Cooper a Chris.
Sus brazos rodearon a Maia con más fuerza. Zoey soltó una suave risa, su aliento rozando la mejilla de Maia mientras le hablaba al oído. «Me alegra profundamente saber que me ves como tu madre. Ojalá lo fuera de verdad, para verte vivir la alegría que yo nunca conocí». Zoey se detuvo un instante, como si quisiera suavizar el impacto de sus propias palabras antes de pronunciarlas. «Maia, la verdad corta como una navaja. ¿Aún deseas indagar en mi pasado? Puede que no esté a la altura de la imagen perfecta que una vez tuviste de mí».
Maia rodeó a Zoey con los brazos, agarrándose a la tela de su ropa como si temiera soltarla.
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El nudo en su garganta finalmente se disolvió. Todas las palabras pesadas que nunca pudo decir se convirtieron en una súplica temblorosa. «Si… si está permitido… ¿puedo llamarte mamá?».
El cuerpo de Zoey tembló tan levemente que casi pasó desapercibido. Había imaginado ese momento una y otra vez en su mente, pero nunca había creído realmente que llegaría a suceder.
«Por supuesto, mi querida hija», dijo Zoey, con una sonrisa en los labios.
«¡Mamá!», exclamó Maia con la voz quebrada.
Las lágrimas le corrían por las mejillas y, de repente, comprendió que no había estado buscando el refugio de un protector fuerte, sino que había estado corriendo hacia un hogar perdido hace mucho tiempo.
Lo había anhelado toda su vida. En ese instante, todos los muros que las separaban se derrumbaron.
Maia comprendió de repente que se había equivocado. En otro tiempo había creído que Zoey no era más que despiadada, olvidando que también había bondad en ella. En otro tiempo había pensado que Zoey solo tendía trampas, olvidando que Zoey también protegía a los demás. Hasta ahora, Maia solo había notado la frialdad de Zoey, nunca la calidez que se escondía debajo.
Zoey se había comportado con honor y, en otro tiempo, innumerables personas la habían admirado.
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