Resurgiendo de las cenizas. - Capítulo 1121
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Capítulo 1121:
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«Todavía no lo creo», dijo Maia con sinceridad. «Aun así… creo que es hora de ver cómo está Chris».
Antes de que Maia pudiera moverse, su teléfono comenzó a vibrar.
Pattie sonrió y dijo: «¡Oh, mira eso! ¿Crees que Chris ya ha sentido que estabas pensando en él? Los dos debéis estar perfectamente sincronizados».
Maia mantuvo la compostura, aunque una leve sonrisa se dibujó en sus labios.
Esa pizca de diversión desapareció rápidamente cuando miró la pantalla del teléfono. La llamada no era de Chris, sino de Zoey.
Maia frunció el ceño. ¿Por qué la llamaría Zoey de repente? Una sensación de inquietud recorrió a Maia.
Abrió la puerta del coche y le dijo a Pattie: «Espera un momento. Tengo que contestar».
Solo después de alejarse unos diez metros del coche, Maia se lo llevó al oído y susurró: «Hola, Zoey».
«Al menos no te has olvidado de mí». El tono de Zoey estaba cargado de ira. «¿Has ignorado mis instrucciones? ¿Por qué Roland sigue merodeando por Wront?».
Maia respiró hondo, pero Zoey no la dejó hablar. Su voz cortó como una navaja. «Lo perdoné porque me lo suplicaste. Sin eso, ya estaría acabado».
«¡Zoey, por favor! Solo un poco más. Está a punto de irse», dijo Maia desesperada.
La respuesta no fue más que el zumbido sordo de una llamada que se había cortado.
¡Oh, no!
Maia rompió a sudar frío.
Era evidente que la paciencia de Zoey se había agotado por completo. Estaba decidida a acabar con Roland de una vez por todas.
Una oleada de urgencia invadió a Maia: no podía permitir que Zoey cumpliera su amenaza.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el coche de Pattie, abrió la puerta de un tirón y se subió al interior. «¡Pattie, tenemos que irnos ya! ¡Llévame a la prisión de Wront!».
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Dentro del hospital, Ethan estaba terminando su última ronda de exámenes. Su médico revisó las imágenes y le dijo: «¡Enhorabuena, Ethan! Ya puedes darte de alta».
Al oír esas palabras, los ojos de Ethan se iluminaron con una chispa de esperanza que había olvidado hacía tiempo.
«Muchas gracias, doctor», dijo con voz firme y agradecida.
«De nada. Solo hago mi trabajo. Si alguien merece tu agradecimiento, ese es el Sr. Hurst Cooper». El médico se puso de pie con una sonrisa cortés. Siempre sabía lo que debía decir y lo que no, y por eso se había ganado la confianza de Hurst.
Ethan bajó la mirada y asintió. En el fondo, sabía que se lo debía todo a Hurst.
Al mismo tiempo, también era consciente de que, sin los tratamientos a base de hierbas de Maia, que aceleraron su recuperación, no habría podido levantarse tan pronto.
Desde la cama contigua, Marisa rompió el silencio. —Qué injusto, tú ya estás caminando y yo sigo aquí atrapada.
«Saldrás en un par de días, quizá tres como mucho», respondió Ethan con tono alentador.
El crujido de la puerta al abrirse atrajo su atención cuando Melanie entró en la habitación. —Ethan, ¿es cierto que por fin te dan el alta?
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