Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 1094
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Capítulo 1094:
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En cuanto las puertas del Hospital Erygan aparecieron a la vista, la lluvia amainó y dejó el aire inquietantemente en calma.
Jarrod abrió la puerta del coche y casi pierde el equilibrio al correr hacia la entrada.
Más allá de las puertas de la sala de urgencias, el letrero rojo brillante se aferraba obstinadamente a la vida, robándole a Jarrod cualquier esperanza a la que se aferraba.
Sus pasos inquietos lo llevaban de un lado a otro, y sus zapatos producían ecos irregulares en el suelo estéril. Mantenía la mirada fija en la luz, deseando en silencio que cambiara.
Los minutos parecían horas. El aire estaba cargado de la humedad que había dejado la tormenta, y la multitud en el pasillo se movía inquieta, pero los ojos de Jarrod se negaban a apartarse de esa puerta.
Sin previo aviso, el indicador rojo sobre las puertas de emergencia parpadeó y se apagó.
Se oyó un lento crujido cuando las puertas dobles se abrieron y un médico de aspecto cansado entró en escena.
Jarrod se abalanzó hacia él antes de que pudiera dar otro paso, y sus palabras se entrecortaron cuando dijo: «Doctor, por favor, dígame cómo están mis padres. Van a sobrevivir, ¿verdad?».
El médico lo miró con ojos pesados, con una expresión tensa por el dolor. «¿Es usted pariente suyo? Necesito que se prepare. Hemos intentado todo lo posible».
Por un momento, Jarrod se quedó paralizado, con la sangre drenada de su rostro como si se hubiera extinguido hasta la última pizca de esperanza.
«¿Qué quiere decir con eso? No… no puede ser», dijo Jarrod, tartamudeando, con la mirada fija en la boca del médico, como si cada sílaba llevara consigo su destino.
El médico exhaló un suspiro de cansancio antes de decir: «El coche cayó desde una altura de casi cincuenta y cinco metros. Los airbags amortiguaron el impacto, pero ambos sufrieron lesiones internas catastróficas, especialmente en el cerebro. En este momento, se encuentran en coma profundo».
Jarrod sintió que las piernas le fallaban y casi se cae. «Pero siguen vivos, ¿verdad?», preguntó con la voz ahogada por la emoción.
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Con un gesto grave, el médico respondió: «Sí, sus signos vitales se mantienen estables por el momento. Sin embargo…».
«Sin embargo, ¿qué?», interrumpió Jarrod, con voz áspera y urgente, y los ojos ardientes de miedo.
La respuesta fue suave, casi renuente. «No podemos decir si volverán a despertar. Su estado muestra todos los signos de una condición persistente de falta de respuesta».
«¡No! ¡Eso no puede ser cierto!», gritó Jarrod, rompiendo el silencio y haciendo que su voz resonara en las paredes del largo pasillo. «¡Solo están inconscientes! ¿Por qué no iban a despertar? ¿Han hecho todo lo posible? ¡Haré que los trasladen a otro lugar!».
Las manos de Jarrod agarraron el cuello del médico mientras su voz se quebraba y todo su mundo se derrumbaba a su alrededor.
Las enfermeras entraron corriendo, tratando de separarlo y llenando el pasillo de movimientos frenéticos.
El médico respondió con frustración, alzando la voz. «¡Ya hemos agotado todas las opciones!».
Nada llegó a los oídos de Jarrod. Las palabras «estado de inconsciencia» resonaban una y otra vez, ahogando todo lo demás.
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