Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 109
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Capítulo 109:
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Aun así, por mucho que intentara convencerse de que debía seguir adelante, Jarrod no podía quitarse de la cabeza el amargo remordimiento que lo carcomía.
Entonces, se le ocurrió una idea. Maia había insistido tanto en recuperar el brazalete. ¿Podría ser que ella supiera desde el principio su extraordinario valor? Si lo hubiera dicho antes, nunca habrían dejado escapar el brazalete tan fácilmente.
Solo había una explicación lógica. Maia debía de haber planeado quedarse con la fortuna para ella sola.
Cuanto más lo pensaba Jarrod, más se enfadaba.
No era más que una traidora egoísta.
—Lo entiendo —respondió Rosanna en voz baja, con tono dulce y suave.
Rosanna colgó y se dejó caer en la silla con un suspiro de alivio. Por suerte, ya había inventado una historia para Jarrod sobre la venta del brazalete. Si alguna vez descubría la verdad, sin duda le exigiría una parte.
Ese dinero era solo suyo y estaba dispuesta a protegerlo de cualquiera que se atreviera, incluso de su propio hermano.
Rosanna se quedó pegada a la pantalla, con los ojos fijos en cada nueva puja. Silenciosa y paciente, esperó el momento perfecto para dejar que la pulsera fuera a parar a manos del mejor postor.
Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, el ceño de Chris se fruncía cada vez más a medida que pasaban los minutos.
El vendedor se negaba a ceder, aferrándose obstinadamente al precio cada vez más alto. Con la puja superando ya los veinticuatro millones de dólares, Chris sabía que se enfrentaba a un pozo sin fondo. Y lo que era peor, podía perder el brazalete por completo.
Chris cogió su teléfono y marcó el número de Maxwell. Su voz, baja y con un tono irritado, rompió el silencio. «Ponte en contacto con ellos. Quiero hablar directamente».
En otro lugar, Maia estaba sentada frente a su monitor, pendiente de la subasta con una mirada que podría cortar el acero.
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Cuanto más se alargaba la subasta, más se enfurecía. ¿Por qué alguien estaba tan decidido a arrebatarle el brazalete a Vicki? No tenía ningún sentido.
Un sonido agudo de su teléfono interrumpió sus pensamientos.
Un vistazo al identificador de llamadas hizo que Maia contestara sin dudarlo. —Jefe, el comprador se ha puesto en contacto conmigo. Quieren negociar en privado.
¿Negociar en privado?
No era mala jugada.
Alargar esto solo haría subir el precio hasta límites insospechados. Además, Maia estaba deseando saber quién estaba al otro lado. —De acuerdo. ¿Cómo quieren hacerlo?
«Han sugerido un canal de chat anónimo donde puedes enviar mensajes directamente».
Maia ladeó la cabeza pensativa. «De acuerdo».
Sin perder el ritmo, empezó a teclear rápidamente, ocultando su IP y activando un firewall adicional por si acaso.
Unos instantes después, su monitor parpadeó. La pantalla se quedó en negro. Entonces, apareció un texto en blanco brillante que decía: «Sal de la puja. Fija tu precio».
Maia se recostó en su asiento y esbozó una lenta sonrisa. «No voy a salir. A menos que me digas quién eres».
Sentado en otra habitación, Chris dudó antes de responder: «¿Cara a cara?».
Con los dedos suspendidos sobre el teclado, Maia sopesó sus opciones. Luego respondió: «Trato hecho».
«Una hora. Starlight Bar. No llegues tarde».
En cuanto la pantalla se despejó y su sistema se reinició, Maia volvió a coger el teléfono.
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