Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 1017
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Capítulo 1017:
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Sentía como si hubiera caído voluntariamente en su trampa.
Los ojos de Austen se posaron en ella, pacientes y evaluadores, mientras una leve sonrisa indescifrable se dibujaba en sus labios.
«Adelante, siéntate», murmuró con voz baja y pausada, pero con un tono que atraía los sentidos.
Antes de que ella pudiera moverse, Austen ya se había sentado en el sofá, cruzando una pierna sobre la otra con naturalidad.
Sobre la mesa de centro que tenía delante ya había vasos y cubitos de hielo. Con deliberada tranquilidad, dejó caer unos cuantos cubitos en ambos vasos, y el leve tintineo del cristal sobre el hielo rompió el silencio.
Rosanna permaneció de pie, con la mirada fija en él.
En lugar de sentarse, inclinó el cuerpo hacia él, ladeando la botella para que el vino fluyera suavemente en su copa antes de servir la suya.
La curva de su figura captaba la luz de una manera que insinuaba algo tácito, y un mechón suelto de cabello le rozaba la mejilla. Se lo apartó detrás de la oreja con un gesto lento y pausado.
El momento rompió la quietud, enviando una oleada de calor a través de Austen como si el aire mismo se hubiera vuelto combustible.
—Señor Nelson, esto es para usted. —La sonrisa de Rosanna era amable pero cómplice mientras le ofrecía la copa, quedándose con la otra para ella.
Apenas había comenzado a sentarse cuando una mano la agarró con fuerza por la muñeca.
Una pizca de diversión brilló en la expresión de Austen mientras su mano libre cogía la copa y la guiaba hacia el sólido pecho de él.
El inesperado tirón desequilibró a Rosanna, que apoyó las palmas de las manos contra los duros músculos de él mientras el calor le subía a la cara.
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—Señor Nelson… usted… —Sus palabras salieron en un frágil susurro, entremezcladas con inquietud, mientras intentaba alejarse.
Pero Austen no le dio espacio para retroceder.
Su abrazo se hizo más fuerte, inflexible, como acero envuelto en calidez. —¿No es esto exactamente lo que buscabas? —le susurró al oído. Su risa grave rompió la compostura que ella intentaba mantener.
Un leve temblor recorrió el cuerpo de Rosanna, que cedió involuntariamente bajo el peso de su presencia hasta que su respiración se volvió irregular.
—No sé de qué está hablando, señor Nelson… ¿qué podría querer yo? —Su voz tenía un tono obstinado, aunque sus ojos delataban su inquietud. Sin decir una palabra, Austen la rodeó con el brazo, con un movimiento tan repentino que le robó el aliento.
Un latido después, la levantó en volandas y la dejó caer sobre la cama. La distancia entre ellos se desvaneció cuando su figura se cernió sobre ella, cargada de intención.
Lo siguiente que sintió fue la fría presión de sus labios, chocando contra los suyos con una intensidad desenfrenada.
—Deja de fingir —dijo Austen con tono tranquilo pero firme—. He tratado con suficientes mujeres como para leer sus pensamientos con una sola mirada.
Mientras las palabras flotaban en el aire, sus manos se movieron con deliberada confianza, quitando las capas de tela del cuerpo de Rosanna.
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