Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 1012
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1012:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
No había previsto que el dolor de cabeza volvería a atacarle hoy, y menos dos veces. Si Maia se enteraba, sin duda se sentiría decepcionada y preocupada, y le regañaría por ignorar su advertencia.
Afortunadamente, Maia no se había dado cuenta de nada.
Chris recordó su expresión preocupada y sonrió levemente, con el corazón lleno de una alegría inexplicable.
Esa breve sensación de calidez le hizo olvidar su dolor por un momento.
Sin duda, el amor tenía el poder de dar fuerzas.
Recuperó el aliento y se preparó para acercarse a la ventana y ocuparse del papeleo para su traslado.
Aun así, una feroz determinación se encendió en su interior. Juró enfrentarse a Raegan cara a cara esa noche.
Tenía que detenerla.
Si seguía persiguiendo a Maia, demostraría que había traicionado a La Máscara.
Mientras tanto, una habitación envuelta en suaves sombras esperaba.
Raegan abrió la puerta con cuidado, con el rostro oculto tras su máscara.
El sonido seco de sus tacones rompió el silencio con un tono amenazador.
Frente a ella, un hombre sentado en medio de la habitación levantó la cabeza.
Su ropa estaba manchada, marcada por manchas de sangre seca.
Un paño negro le cubría los ojos, mientras que tenía las manos atadas a la silla y grilletes alrededor de los tobillos.
Parecía completamente derrotado.
Este hombre era Shiloh, el alcaide de la prisión de Wront.
No te lo pierdas en ɴσνєʟα𝓼4ƒ𝒶𝓷.𝒸ø𝗺 con contenido nuevo
—Vaya… ¿Otro más? —dijo Shiloh con tono frío—. ¿Qué quieres saber? Ya te lo he contado todo…
Raegan esbozó una sonrisa burlona. Había interrogado a muchos que se jactaban de ser duros como piedras, pero todos tenían una cosa en común: antes de mostrar sus debilidades, actuaban como guerreros intrépidos dispuestos a dar la vida. Pero una vez que sus puntos débiles quedaban al descubierto, dejaban de lado sus principios morales y revelaban todos sus secretos.
Secuestrar al alcaide no había sido fácil.
Si no conseguía sacarle ninguna pista sobre Maia, le costaría mucho explicárselo a Kilev.
—¿Ah, sí? ¿Dices que nos lo has contado todo? —Raegan bajó la voz, disimulándola como si perteneciera a otra persona—. Quizá deberíamos cambiar de tema y charlar sobre otras cosas, como tu hija en Lakelight, Dakota. Se dice que tiene unos ojos impresionantes, una larga melena y que estudia danza clásica en una escuela. —Raegan hizo una pausa y luego se inclinó hacia el oído de Shiloh—. «Imagínatela con las extremidades rotas, los tendones seccionados. ¿Podría seguir actuando en el escenario?».
—¡Tú! —jadeó Shiloh, con el sudor brotándole repentinamente por la cara.
Su defensa mental se derrumbó en un instante. «Por favor, no le hagas daño…».
Pero Raegan se acercó aún más, murmurando amenazas aún más oscuras. «He oído que las chicas de su edad se enfrentan a horrores y explotación si son traficadas en el mercado negro…».
—¡Ya basta! —espetó Shiloh, perdiendo todo el control.
Su hija era lo último que le quedaba de su familia.
Luchó consigo mismo, luego respiró hondo y bajó la cabeza. —Hablaré. Te diré todo lo que sé sobre Maia Watson.
.
.
.