Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 100
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Capítulo 100:
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Frente a ella, Rosanna, sintiéndose más aliviada tras su descubrimiento, miró de reojo y preguntó: «Mamá, ¿cómo crees que Maia conoce al Dr. Cullen?». La pregunta no le daba tregua. Al fin y al cabo, Elvira acababa de llegar a Wront ese mismo día. Viniendo directamente de Drakmire, ¿cómo podía estar relacionada con Maia? Por más que le daba vueltas, Sandra no encontraba una respuesta lógica.
Antes de que pudiera darle más vueltas, su teléfono vibró con fuerza en su bolsillo. Lo cogió, respondió y, en cuestión de segundos, se quedó pálida.
Alarmada por su reacción, Rosanna se acercó. —Mamá, ¿qué pasa?
Sandra la miró con la mirada perdida, como si aún estuviera procesando las palabras que había oído. —Es Jarrod —dijo finalmente—. Está en un grave aprieto.
Dentro del centro de atención primaria, Elvira estaba sentada frente a Kathie, realizando un examen rápido pero exhaustivo. «Tienes los pulmones dañados desde hace años. El tratamiento te ayudará, pero lo que más necesitas es tiempo para descansar y recuperarte».
De pie junto a ellas, Maia asintió levemente. El diagnóstico coincidía con lo que ya sospechaba.
Una vez terminado el examen, Elvira no perdió tiempo en tramitar el ingreso de Kathie en una sala VIP privada.
Cuando terminaron con todo el papeleo, Maia se encontró caminando junto a Elvira hacia el edificio de consultas externas. No era exactamente por voluntad propia. Elvira había insistido en que la acompañara.
«Tienes un doctorado de la Facultad de Medicina de Norwyn. Es una pena que no trabajes como médica», dijo Elvira, mirando de reojo a Maia. La Facultad de Medicina de Norwyn: el nombre mismo tenía peso. Era el tipo de lugar al que los médicos de todo el mundo solo podían aspirar a asistir.
Ser admitido en Norwyn era un triunfo en sí mismo. ¿Obtener un doctorado allí? Era el tipo de logro con el que pocos en el mundo podían siquiera soñar.
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A pesar de la condena de Maia, la influencia de Zoey había inclinado la balanza a su favor.
Gracias a los cuidadosos preparativos de Zoey, la vida en prisión apenas afectaba a Maia. Incluso podía escapar en secreto de las paredes de la prisión, aunque las estrictas normas le prohibían revelar su verdadera identidad.
Había sido años atrás, durante una emergencia en la calle, cuando el destino había unido a Elvira y Maia por primera vez, un encuentro que selló una amistad inesperada.
En aquel entonces, Elvira había aprendido una dura verdad: por muy buena que fueras, siempre había alguien mejor. Por primera vez, se dio cuenta de que había genios cuyo talento eclipsaba incluso el suyo.
En aquel entonces, Maia solo llevaba dos años estudiando medicina por su cuenta, pero sus habilidades médicas ya estaban a la altura de las de Elvira. En la actualidad, Maia tenía un doctorado de la Facultad de Medicina de Norwyn. Sin duda, sus habilidades médicas habían superado con creces las de Elvira. Sin embargo, por extraño que pareciera, Maia no mostraba ningún interés en ejercer la medicina, lo que hacía que Elvira se preguntara por qué la había estudiado.
Caminando a su lado, Elvira echó un rápido vistazo a la expresión tranquila e indescifrable de Maia antes de pasar un brazo por sus hombros con una sonrisa. —Por cierto, mi hermano quería que te pasara un recado.
La mención repentina provocó un ligero destello de fastidio en la mirada habitualmente indiferente de Maia. —¿Puedo fingir que no he oído nada?
—No. —Los ojos de Elvira brillaron con picardía—. Dijo que… le apetecen mucho tus costillas a la barbacoa.
Una mirada de sorpresa cruzó el rostro de Maia. —¿Eso es todo?
Sonriendo, Elvira asintió. —Eso es. ¿Qué más creías que iba a decir?
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