Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 327
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Capítulo 327:
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Sabía que había dicho que esperaría el momento adecuado para que él me lo contara, pero esto… Esto es demasiado para esperar.
Un hermano que él pensaba que yo no merecía conocer. Un hermano sobre el que me mintió.
¿Qué coño se supone que debía hacer con eso?
Justo cuando pensaba que podía volver a respirar, que por fin habíamos superado todo el desastre de Jason y Luna Anna, justo cuando pensaba que lo tenía, esto cae de la nada como una broma cósmica. Le di todo. Mi tiempo. Mi confianza. Mi maldito corazón. ¿Y qué obtengo a cambio? Secretos. Mentiras. Esqueletos escondidos tan profundamente en su armario que prácticamente tuve que tropezar con ellos para descubrir que existían.
No puedo hacer esto. No lo haré.
Mis manos tiemblan como locas mientras meto mis cosas en una bolsa, los bordes de mi visión se nublan con lágrimas que me niego a dejar caer. Mi pecho está tan apretado que siento que podría colapsar, pero no me detengo. No puedo detenerme. Cuanto más lo pienso, más me enfado.
Las malditas excusas de Ryder: «Intentaba protegerte, Jasmine. No lo entenderías, Jasmine. Hice lo que creí mejor, Jasmine». ¡Y una mierda! La protección no se consigue con engaños. El amor no se consigue con medias verdades. ¿Y la confianza? Está claro que nunca existió.
Hago la llamada sin dudarlo.
Los Vipers. Mi verdadera familia. Aquellos a los que me negué a acercarme durante meses porque quería apoyar a Ryder. Porque pensaba que mi lugar estaba junto a mi marido. ¿Pero ahora? Que le den. Que le den a él. Esta es mi mejor opción.
Cuando Enzo aparece, su rostro lo dice todo. Las líneas marcadas de su mandíbula están tensas, sus labios forman una línea fina y apretada. No dice mucho, no necesita hacerlo. Solo…
Abre los brazos y yo me derrumbo en ellos, dejando que todo el dolor y la ira salgan mientras me abraza como el maldito hermano que ni siquiera sabía que necesitaba.
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Le cuento todo, cada traición, cada mentira, y él escucha sin interrumpir, su silencio es un consuelo que las palabras no podrían ser. Luego, sin decir nada, toma mi bolso, lo pone en el coche y me dice que suba.
Enzo no lo dice, pero sé que está enfadado. Con Ryder, con la situación, quizá incluso conmigo por no haberme marchado antes. Pero no insiste. Sabe que no es el momento de decir «te lo dije», o quizá es que no quiere entrometerse en mi matrimonio.
Y justo cuando estamos a punto de arrancar, porque estoy harta, jodidamente harta, aparece él.
—¡Jasmine! —La voz de Ryder corta el aire como una navaja, afilada y cruda, tan llena de desesperación que me oprime el pecho de nuevo.
Lo veo por el retrovisor, de pie en medio de la carretera, con las manos cubiertas de sangre y el rostro desencajado, entre la rabia y la angustia.
Parece un hombre a punto de derrumbarse.
Bien. Debería.
—Sigue conduciendo —le susurro a Enzo, hundiéndome más en el asiento.
Bueno, Ryder no me lo pone tan fácil.
Se planta delante del coche, como un maldito lunático, obligando a Enzo a pisar el freno. Los neumáticos chirrían contra la grava y juro que puedo sentir mi pulso en los oídos.
—Jasmine —vuelve a gritar Ryder, con la voz quebrada mientras se acerca, con los ojos desorbitados y frenéticos.
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