Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 309
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 309:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Y entonces lo siento: el muro. Ese maldito muro que ha levantado entre nosotros. Presiono mi frente contra la suya, tratando de estabilizarlo, de anclarlo al maldito presente. «Respira, Ryder. Solo respira conmigo, joder».
Lo intenta. Lo veo: la lucha, el esfuerzo por respirar, por ralentizar sus jadeos entrecortados. Cada inhalación es temblorosa, cada exhalación como una cuchilla afilada. La tormenta no ha abandonado sus ojos, pero él está aquí. No se ha hundido por completo.
Le aparto el pelo, que está húmedo y pegado a la frente. Me duele el pecho al ver la vulnerabilidad que me devuelve la mirada. Este hombre fuerte e inquebrantable, el que soporta el peso del mundo sin pestañear, se está derrumbando delante de mí.
—Ryder, ¿qué demonios ha pasado? —Mi voz es suave, pero el miedo se enrosca en mi garganta como una soga—. Háblame. Por favor.
Cierra los ojos con fuerza y aprieta los puños con tanta fuerza que le crujen los nudillos. Siento que se aleja, aunque está aquí mismo. Es esa maldita sombra otra vez, colándose entre nosotros, haciéndome sentir que lo estoy perdiendo poco a poco.
«No puedo…», dice con voz ronca, rota y quebrada. «No puedo decírtelo».
Un frío escalofrío se enrosca en mi estómago, agudo y pesado, arrastrándome hacia abajo. ¿Qué puede ser tan oscuro, tan jodidamente brutal, que no pueda decirlo en voz alta? ¿Qué coño está ocultando? ¿A mí? ¿A nosotros?
Tragué saliva con dificultad, reprimiendo el pánico que me oprimía la garganta. Mi voz temblaba, pero me esforcé por seguir adelante. «No tienes por qué pasar por esto solo, Ryder. Sea lo que sea, estoy aquí. Te quiero, joder. Déjame ayudarte».
Sus ojos se abren y ahí está: la culpa, el miedo, el maldito abismo que ha estado tratando de ocultarme. Es como mirar a un vacío que quiere arrastrarlo hacia abajo para siempre.
Y entonces lo apaga. Las persianas se cierran tan rápido que es como una bofetada en la cara. Niega con la cabeza, con la mandíbula apretada, la voz un susurro áspero. «Ahora no, Jasmine. Por favor».
Tu dosis diaria está en ɴσνєʟα𝓼4ƒα𝓷.ç𝓸𝓂
La desesperación en su voz me destroza. Me está rogando que me aleje, que le deje ahogarse en su propio tormento. Y joder, quiero luchar contra él, derribar esos muros que sigue construyendo. Pero lo veo: el agotamiento, la vulnerabilidad, la maldita fragilidad que le mantiene unido por un hilo.
No puedo presionarlo. No ahora. No cuando está tan cerca de romperse.
En cambio, lo abrazo, acercando su cuerpo tembloroso al mío. Se pone rígido, duro como el acero, pero luego se rompe. Se derrumba sobre mí, con la cabeza apoyada en mi hombro, respirando entrecortadamente y con dificultad. Todo su cuerpo tiembla, el peso de su dolor presionándome, asfixiándonos a ambos.
—No voy a ir a ninguna parte —le susurro, con voz temblorosa pero firme—. Sea lo que sea, cuando estés listo, aquí estaré.
Sus brazos me rodean, desesperados y fuertes, su abrazo es tan fuerte que me duele. Como si tuviera miedo de que, si me suelta, voy a desaparecer. El dolor se me mete en los huesos, su angustia me envuelve, pesada e implacable. Ojalá pudiera quitárselo, arrancarlo de su alma y cargar con él yo misma. Pero lo único que puedo hacer es abrazarlo con más fuerza.
Los minutos se convierten en horas, la oscuridad exterior se suaviza y se vuelve gris, pero sigue ahí, ese maldito tormento. El insomnio, las pesadillas… han vuelto con fuerza. Y puedo sentirlo: lo que le perseguía en sus sueños aún no ha terminado con él.
Le doy un beso en la sien y me quedo allí, con los labios temblorosos.
«Sean cuales sean los demonios a los que te enfrentas, Ryder, yo también me enfrentaré a ellos. Aunque creas que tienes que hacerlo solo».
Punto de vista de Ryder.
.
.