Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 304
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 304:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Sus palabras, sus susurros.
Su frente se apoya contra la mía, su aliento cálido contra mis labios, y empieza a respirar, despacio, deliberadamente. Intento imitarla. Inhalo. Exhalo. Al principio me cuesta, pero su ritmo me atrae, me estabiliza. La tormenta interior no desaparece, pero pierde parte de su intensidad.
Cierro los ojos un segundo, tratando de recomponerme. Cuando los vuelvo a abrir, ella sigue ahí. Firme. Inquebrantable. Tan jodidamente hermosa que duele.
«Vamos», dice en voz baja, entrelazando sus dedos con los míos. «Salgamos de aquí».
No discuto, no puedo. Mis piernas parecen gelatina y estoy a un paso de derrumbarme. Pero Jasmine no me suelta. Me mantiene en movimiento, paso a paso, guiándome como si no fuera un desastre.
Cuando llegamos a la habitación, cierra la puerta detrás de nosotros y es como si el mundo exterior ya no existiera. El aire se siente más ligero, el nudo en mi pecho se afloja un poco. Su aroma familiar, vainilla y algo dulce, me envuelve como una manta.
Me lleva a la cama y me derrumbo sobre ella, con la cabeza entre las manos. Todo mi ser tiembla: las manos, las piernas, mi maldita alma. Pero ella no se va. En un instante, se arrodilla frente a mí, con las manos aún sujetas a las mías, estabilizándome.
—¿Necesitas algo? —me pregunta con voz suave y firme.
Dime que no es mi maldita salvadora y te diré que me alegro de serlo, de que sea mía. De que me pertenezca. A nosotros. No, no puede dejarme.
¡A la mierda la verdad! ¡Al diablo con el pasado!
Sí. Tú.
Visita ahora ɴσνєℓα𝓼4ƒ𝒶𝓷.c♡𝓂 disponible 24/7
No lo digo en voz alta, pero quizá no hace falta. Aprieto sus manos entre las mías y la atraigo hacia mí hasta que queda entre mis rodillas. Su calor me invade, ahuyentando el frío que aún se aferra a mi piel.
—Solo te necesito a ti —digo con voz ronca y quebrada.
Sus ojos se suavizan y se inclina hacia mí, rozando mis labios con los suyos. Al principio es suave, como si tuviera miedo de que me rompiera. Pero que le den, necesito más. Necesito ahogarme en ella, expulsar hasta la última gota de pánico que aún me atenaza.
Profundizo el beso, enredando mis manos en su cabello. Ella deja escapar un pequeño sonido, mitad suspiro, mitad gemido, y es como una inyección de adrenalina pura directamente en mi pecho. Su cuerpo se presiona contra el mío, y es como si ella fuera lo único en el mundo que me mantiene con los pies en la tierra.
La atraigo hacia mi regazo, rodeando su cintura con mis brazos, desesperado por mantenerla cerca. Ella es mi ancla, lo único que me mantiene entero mientras el resto de mí se desmorona.
«Ryder», susurra, con la frente apoyada en la mía. «Estás bien. Estás a salvo».
Sus palabras abren una brecha en mi interior. Todo el miedo, toda la vergüenza que he estado cargando se derrama, dejando solo una necesidad cruda y dolorosa. Mis labios recorren su cuello, saboreando su piel, dejando que su calor derrita el hielo de mis venas. Se quita la camiseta, sin apartar los ojos de los míos. No hay vacilación, ni miedo. Solo confianza. Y Dios, eso me destroza.
La beso de nuevo, esta vez con más fuerza, volcando en ese beso todo lo que no puedo decir. Ella me corresponde, deslizando sus manos bajo mi camisa, su tacto quemando la oscuridad que aún perdura en los rincones de mi mente.
La ropa cae al suelo, la piel se encuentra con la piel y, por primera vez en mucho tiempo, no siento que me ahogue. Estoy aquí. Estoy vivo. Y todo es gracias a ella.
Cuando termina, nos derrumbamos sobre la cama, enredados en un lío de miembros y sábanas. El pánico no ha desaparecido, nunca lo hace, pero ahora está tranquilo, acechando en segundo plano. Ya me ocuparé de él más tarde. Por ahora, me dejo sumergir en su calor, en su presencia, en su amor.
.
.
.