Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 303
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 303:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Y ahora me estoy derrumbando. Mi oscuro pasado se aferra a mí como una sombra de la que no puedo escapar. Solo pensar en ello me provoca ataques de pánico, cada uno peor que el anterior. La única persona que consiguió sacarme de esa oscuridad fue Isabelle.
Ella tenía una forma de mantenerme con los pies en la tierra, de recordarme quién era más allá del peso de mis errores. Pero Isabelle ya no está aquí y no sé cómo afrontar esto solo. Los recuerdos son implacables, sofocantes. Y con el dolor de Jasmine por encima de todo, siento que me ahogo en una tormenta sin fin.
Ahora no. Aquí no. Isabelle no puede ser mi perdición.
Me obligo a levantarme, poniéndome en piloto automático. Mis piernas se sienten inestables, como si el suelo estuviera a punto de ceder bajo mis pies. Necesito salir. Necesito aire. Tropiezo por el pasillo, cada paso más pesado que el anterior. Las paredes parecen cerrarse, asfixiándome. Mi visión se nubla, manchas oscuras se deslizan por los bordes.
Respira, Ryder. Solo respira, joder.
Pero cuanto más lo intento, más siento que me ahogo. El pulso me retumba en los oídos y el sudor frío que me corre por la espalda no consigue detener el temblor. Tengo que encontrar a Kade. Necesito a alguien que me sostenga antes de perderme por completo.
Doblo una esquina, con todo mi ser desmoronándose, y entonces choco contra ella: Jasmine.
Su aroma me invade, esa mezcla embriagadora de vainilla y flores silvestres.
Su calor me invade al instante, me estabiliza, me aleja del abismo. Sus manos se elevan para sostenerme y, en el momento en que sus dedos se cierran alrededor de mis brazos, mis rodillas se doblan.
Me hundo en el suelo, mi cuerpo me traiciona, mi orgullo se desmorona. Joder. No delante de ella. Así no.
ᴜʟᴛιмσѕ ᴄαριᴛυʟσѕ ɴσνєʟaѕ4𝒻αɴ.çøm
«¿Ryder?». Su voz es suave, pero hay un tono de preocupación en ella.
—Oye, mírame.
No puedo. El peso de mis secretos, la oscuridad que se enrosca dentro de mí, siento que me aplasta. Aprieto los ojos con fuerza, mi respiración es entrecortada.
Sus dedos suben hasta mi cara, acariciando mi mandíbula, obligándome a mirarla a los ojos. Y cuando finalmente abro los ojos, todo lo que veo es a ella: firme, feroz y jodidamente hermosa.
Sus ojos. Esos malditos ojos preciosos. Son lo único que me mantiene despierto mientras todo a mi alrededor se sumerge en el caos. Las frías paredes, los latidos en mi pecho, la oscuridad que se arrastra y trata de arrastrarme hacia abajo… todo se desvanece en estática.
¿Pero sus ojos? Son afilados como cuchillas, llenos de preocupación, determinación obstinada y algo más que no puedo nombrar. Algo que me impide perder la cabeza por completo.
Mi respiración se entrecorta, superficial y entrecortada. El pánico se enrosca alrededor de mis pulmones, apretando más fuerte con cada maldito segundo. Puedo sentir cómo se eleva, ese maldito agujero negro que amenaza con tragarme por completo, como siempre hace. Mi visión ya se está desdibujando por los bordes, como si estuviera a punto de caer en esa oscuridad familiar y sofocante.
¿Pero esta vez no?
¿Por qué demonios no me desvanezco? Los ataques son despiadados, nunca me dejan escapar fácilmente. Les encanta arrastrarme hacia abajo, atraparme en mi propia cabeza durante horas. Pero ahora… ahora, con los ojos de Jasmine clavados en los míos, algo es diferente. ¿Ese ciclo? Se ha detenido. Sigo aquí. Apenas.
Estoy empapado en sudor, temblando tan fuerte que siento que voy a desmoronarme, pero no me he ido. Todavía no. Y la única razón por la que no me he derrumbado por completo es ella.
—Ryder, escúchame —dice Jasmine, con voz baja y firme. Hay una calma en ella, una autoridad tranquila que atraviesa el caos de mi cabeza. Sus manos me acarician la cara, sus pulgares rozan mis mejillas—. Respira conmigo. Inspira y espira, despacio. Tú puedes. Yo estoy aquí.
.
.
.