Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 275
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Capítulo 275:
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«Piensa en lo que vas a hacer», le dije por encima del hombro. «No solo por ella, sino por ti mismo. Por todos nosotros».
Salí al pasillo y la puerta se cerró detrás de mí con un suave clic. El sonido sonó definitivo, como el cierre de un capítulo que había tardado años en escribirse.
Mientras caminaba por el pasillo, los ecos de su pelea me seguían. El dolor de Isabelle, la furia de Ryder, los fragmentos de amor y traición enredados en una red demasiado retorcida para desentrañarla.
Quizás no había ganadores aquí. Quizás todos éramos víctimas de las decisiones que tomamos hace mucho tiempo.
Y quizás la verdad más dura de todas era que algunas heridas nunca se curan del todo, solo se infectan bajo la superficie, esperando explotar.
Punto de vista de Ryder
¿Cuándo se derrumbó todo?
Caminaba de un lado a otro de mi oficina, con los ecos de las palabras de Isabelle y Kade cortándome más profundamente que cualquier cuchillo. Las paredes de la habitación parecían cerrarse sobre mí, asfixiándome bajo el peso de verdades que no quería afrontar. Apretaba y aflojaba los puños a los lados, mientras la frustración, la confusión y el arrepentimiento se acumulaban como una tormenta en mi interior.
Estaba dispuesto a matarla. Quería matarla. Nadie amenazaba a mi compañera y vivía para contarlo. Nadie traicionaba a mi manada y escapaba de la justicia. E Isabelle… ella había hecho ambas cosas. Mi lobo, Ace, había estado aullando pidiendo venganza, un grito primitivo e implacable que pedía que la destrozara. Pero cuando su voz quebrada me acusó: «Tú me has convertido en esto», sentí como un puñetazo en el estómago, más fuerte que cualquier golpe físico.
¿Cómo demonios hemos llegado a esto?
Dejé de dar vueltas, con la mirada fija en la ventana, aunque en realidad no veía nada más allá de ella. Mi mente se remontó al pasado, a los momentos que había encerrado porque era más fácil ignorarlos que enfrentarlos. Los recuerdos afloraron, inesperados e implacables.
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Recordé las noches en las que la oscuridad amenazaba con devorarme por completo. El dolor, la desesperanza, el peso de ser un Alfa demasiado joven, con expectativas que parecía incapaz de cumplir. Las noches en las que me quedaba despierto, con la mente gritando de dudas y autodesprecio. Estaba dispuesto a rendirme, a dejar que el vacío me consumiera.
Pero ella siempre estaba ahí. Isabelle.
Su presencia había sido algo constante y reconfortante, un bálsamo para heridas que ni siquiera sabía que tenía. Ella se quedó cuando los demás se alejaron. Me escuchaba cuando yo no era capaz de articular un pensamiento coherente. Soportó mi dolor, mi ira, mis miedos y, de alguna manera, nunca vaciló. Cuando quería tirar todo por la borda, ella me detenía con palabras suaves y una fuerza tranquila.
Recordé sus ojos, llenos de preocupación, rebosantes de lágrimas contenidas, mientras me decía que todavía había una razón para luchar. Que todavía tenía un propósito. Que la vida merecía la pena.
«Eres más fuerte que esto, Ryder». Su voz de aquellos recuerdos resonaba en mi mente. «No puedes rendirte ahora. Tu manada te necesita. Yo te necesito».
En realidad, no la había escuchado. No como debería haberlo hecho. En aquel momento, lo único que veía en ella era una herramienta,
algo que me estabilizaba, que me mantenía con los pies en la tierra. Dejé que me cuidara, que me sostuviera cuando estaba demasiado destrozado para mantenerme en pie por mí mismo. Y a cambio, no le di nada más que promesas vacías y un corazón frío.
Mientras ella me miraba con amor, yo la veía como una muleta, un bálsamo temporal para unas heridas que creía que nunca sanarían.
Me froté la cara con la mano, sintiendo cómo la vergüenza se acumulaba en mi estómago como si fuera ácido. Ninguna mujer se merecía eso. Nadie merecía ser utilizado, que le dieran esperanzas para luego aplastarlas cuando dejaban de ser convenientes. Ni siquiera me había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Quizás no quería darme cuenta. Quizás me gustaba cómo me hacía sentir, que me necesitaba, que valía la pena salvarme, que valía algo.
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