Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 238
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 238:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Levanté la cabeza, con las lágrimas aún cayendo, pero algo dentro de mí estaba cambiando. Endureciéndose. Mi corazón era un desastre destrozado, mi alma estaba magullada hasta quedar irreconocible, pero bajo los escombros quedaba una chispa.
Una chispa de furia. Una chispa de rebeldía.
Miré a Jason a los ojos, con voz baja y mortal. «Puede que esté rota, pero no soy tuya».
Su sonrisa se desvaneció, solo por un instante, pero lo vi. Y eso me dio fuerzas. Me volví hacia Luna Anna, con los ojos ardiendo de una mezcla de rabia y tristeza.
«¿Querías un arma?», susurré con voz temblorosa. «Enhorabuena. Has conseguido una».
Layla se movió, su presencia se hizo más fuerte. Las cuerdas que ataban mis muñecas parecían más flojas, o tal vez era la desesperación lo que me daba fuerzas. Retorcí las manos, las fibras se clavaban en mi piel, pero no me importaba. El dolor era un pequeño precio a pagar por la libertad.
Jason se acercó, extendiendo la mano hacia mí. «No vas a ir a ninguna parte».
Apreté los dientes, el fuego en mi pecho rugió con vida. «Mírame».
Con un último y desesperado tirón, las cuerdas se rompieron. Mis muñecas gritaron de dolor, pero apenas lo noté. Layla se abalanzó hacia delante, con un gruñido retumbando en mi pecho.
Lancé un puñetazo y le di a Jason en plena nariz. Él trastabilló hacia atrás con un juramento, con la sangre corriéndole por la cara.
Luna Anna abrió mucho los ojos, con una expresión de conmoción en el rostro. —Jasmine…
—No —dije con voz firme—.
novelas4fan.com tiene: ɴσνєℓα𝓼4ƒα𝓷.ç0𝓂 sin censura
No puedes decir mi nombre. Ya no».
Punto de vista de Jasmine
No corrí. No podía. Tenía las muñecas en carne viva, las cadenas se me clavaban en la piel y sentía las piernas como si fueran de plomo. La raíz del velo seguía corriendo por mis venas, un veneno amargo que drenaba las últimas fuerzas que me quedaban. Layla, mi loba, era un susurro débil en la distancia, demasiado débil para venir en mi ayuda. Estaba atrapada, encerrada en mi propio cuerpo, cada respiración era una lucha.
Me desplomé en la silla, con el frío metal presionando mi columna vertebral. Las lágrimas nublaban el mundo a mi alrededor, pero no podían nublar la verdad. La verdad de que ella, Luna Anna, estaba allí, mirándome derrumbarme con una impaciencia apenas disimulada.
La mujer que me crió. La mujer a la que llamaba «mamá».
Dejé escapar una risa hueca, un sonido seco y quebradizo. «Lo planeaste todo… desde el principio». Las palabras se me atragantaron en la garganta, crudas y dolorosas. Mi voz era apenas un susurro, pero llevaba el peso de todo lo que había perdido. «Toda mi vida… nunca fue real».
Ella cruzó los brazos, con el rostro convertido en una máscara de fría indiferencia. «Real lo suficiente para que tú lo creyeras, ¿no? Eso es lo que importaba».
Parpadeé y una nueva oleada de lágrimas rodó por mis mejillas. La traición sabía a cenizas en mi boca. No podía respirar por la agonía que sentía en el pecho, el dolor agudo e implacable de saber que no había sido más que una herramienta. Un arma que ella había forjado, un peón que había preparado.
Todas aquellas noches en las que había buscado su consuelo, todas las veces que había compartido mis miedos y mis sueños con ella… solo eran combustible para su plan. Los recuerdos se convirtieron en cuchillos que me cortaban cada vez más profundamente.
Pensé en las historias que solía leerme. Rapunzel. Cómo la bruja mantenía a la niña en una torre, fingiendo cuidar de ella mientras tramaba utilizarla. Pero incluso en ese cuento, la bruja no había intentado obligarla a hacer algo tan retorcido.
—Ni siquiera las brujas de los cuentos de hadas tenían más decencia que tú —dije con voz temblorosa—. Al menos ellas no fingían amar a los niños que utilizaban.
Sus ojos brillaron con irritación. «Basta de tonterías. Ya podrás compadecerte de ti mismo más tarde. Jason, márcala. Ahora».
Una nueva ola de pánico me invadió. Jason dio un paso adelante, con los ojos rojos como la sangre brillando con malicia. Se me puso la piel de gallina cuando se acercó.
.
.
.