Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 237
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Capítulo 237:
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Sus palabras me golpearon como un mazazo. Retrocedí tambaleándome, con las piernas temblorosas. La mujer que había besado mis rodillas arañadas, que me había susurrado palabras de consuelo en plena noche, que me había llamado hija… nunca me había querido de verdad. Yo solo era… una herramienta. Un arma que ella pulía y afilaba, esperando el momento adecuado para empuñarme.
Una risa amarga brotó de mi garganta, áspera y entrecortada. —Suenas como la bruja de Rapunzel —espeté con voz quebrada—. Excepto que en su historia, la bruja no intentó casarla con su propio hijo.
Luna Anna entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa burlona. —Siempre has tenido un gran talento para el drama, Jasmine.
¿Dramática? Quería gritar. Arrancarme el corazón y arrojárselo, para mostrarle los pedazos rotos y sangrantes que había dejado atrás. Toda mi vida, el amor que creía conocer, la seguridad en la que creía, no era más que un cuento de hadas retorcido. Y ahora la máscara se había caído. La bruja ya no se escondía.
«¿Algo de eso fue real?», susurré, con voz frágil. Mi voz temblaba como la de un niño, y la vulnerabilidad que revelaba me repugnaba. «¿Alguna vez… alguna vez me amaste?».
Por un momento, solo un segundo, algo brilló en sus ojos. Pero luego desapareció, sustituido por esa mirada fría y distante. «El amor te debilita. Lo que importaba era tu potencial. Y tú lo tiraste por la borda».
Se me revolvió el estómago. Las rodillas me fallaron y me desplomé en el suelo, arrastrada por el peso de su traición. Me dolía el pecho como si se hubiera abierto un agujero que sangraba todo mi ser. Había pasado años…
Acudiendo a ella en busca de consuelo, de consejo, de amor. Y ahora… ahora me daba cuenta de que ella había sido quien empuñaba el cuchillo todo este tiempo.
Me abracé a mí misma, tratando de mantener la compostura. Pero los pedazos se deslizaban entre mis dedos, esparciéndose como cenizas al viento.
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—Eras mi madre —logré articular—. Confiaba en ti. Te quería.
Ella se burló, con el rostro convertido en una máscara de desdén. —Nunca fuiste más que una herramienta, Jasmine. Tu estúpida creencia en el amor lo arruinó todo.
Las lágrimas brotaron con más fuerza, calientes e implacables, formando ríos en mi rostro. Mi loba, Layla, gimió dentro de mí, débil pero viva. Podía sentir su dolor mezclándose con el mío, una agonía compartida tan profunda que parecía ahogarme.
Recordé todos los momentos que habíamos pasado juntas. Los cuentos antes de dormir, las celebraciones de cumpleaños, las tranquilas tardes junto al fuego. Había creído en esos recuerdos, me había aferrado a ellos como a un salvavidas. Pero ahora eran veneno. Cada sonrisa, cada palabra amable era una mentira envuelta en un bonito envoltorio.
Mi voz temblaba al hablar. «Lo planeaste desde el principio, ¿verdad? Me planeaste».
Sus ojos brillaron con algo afilado e insensible. «Sí. Y podrías haber sido genial, Jasmine. Podrías haber formado parte de algo poderoso. Pero elegiste la debilidad».
Un sollozo roto escapó de mis labios. Me sentí como una niña otra vez, perdida y asustada, buscando un consuelo que ya no existía. Siempre había sentido una distancia entre nosotros, un frío bajo su calidez, pero había enterrado esas dudas en lo más profundo, convenciéndome de que solo era paranoia.
Ahora, la verdad era una navaja que cortaba esas viejas heridas, dejándome al descubierto y vulnerable.
Cerré los ojos y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas. No era más que un peón,
un peón que había amado a su captora. Un peón que había llamado «mamá» a la bruja.
Pensé en Ryder: su sonrisa, su tacto, la forma en que su presencia siempre me había envuelto como un escudo. Nuestro vínculo había sido mi única certeza, mi refugio en la tormenta. Pero Jason me lo había arrebatado. Y Luna Anna le había ayudado a hacerlo.
Apreté los puños, clavándome las uñas en las palmas. El dolor me mantuvo anclada, impidiéndome caer en la espiral de oscuridad que amenazaba con devorarme por completo.
La voz de Jason atravesó la neblina. —Deberías haber aceptado tu destino. Ahora mira dónde estás.
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