Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 186
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Capítulo 186:
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Antes de que pudiéramos entrar en el porche delantero, la enorme puerta se abrió y entramos. Nuestros ojos se acostumbraron a la luz brillante del interior, que contrastaba con la inquietante penumbra que nos rodeaba.
Un mayordomo alto, vestido con un esmoquin negro y con el rostro sombrío, se inclinó detrás de la puerta.
«Bienvenidos, Alpha Ryder. Bienvenido, Kade. El Alfa os espera», nos saludó con voz solemne, con los ojos apagados y vacíos, lo que solo podía asociarse con el dolor. Luthor, que más tarde supe que se llamaba así, anunció nuestra presencia a Alpha Raphael, un hombre alto de unos sesenta y cinco años. Su presencia era intimidante, con sus ojos gris acero y un bigote que se movía cuando no estaba de acuerdo, algo que, para mi gusto, parecía hacer con demasiada frecuencia. Estábamos en su biblioteca, una habitación oscura con estanterías que llegaban hasta el techo. El olor húmedo y a papel de los libros viejos apilados flotaba en el aire, dando a la habitación un aire medieval.
«Ryder», dijo con voz grave y llena de una diversión poco grata. «Veo que has venido, tal y como dijo Enzo».
Ignoré el comentario, concentrado en la tarea que tenía entre manos. La forma en que se dirigió a mí sonó más a una broma que a un saludo.
—Alfa Raphael, Enzo debe de haberte dicho que vendría.
El Alfa Rey levantó una mano, con expresión desdeñosa. —Así es. Y me pregunto por qué animó tu petición. No me interesan tus propuestas, Ryder. Mi manada es lo suficientemente fuerte como para necesitar alianzas. No necesitamos la caridad de otros para sobrevivir.
«¿Caridad?». Mi mandíbula se tensó ante su afirmación y mis dedos se cerraron ligeramente en un puño, pero rápidamente me deshice de mi ira. Ya habría tiempo para eso. Sentí una chispa de frustración encenderse en mi interior, pero seguí adelante, decidido a defender mi postura.
«Con todo respeto, Alfa Raphael, ninguna manada es una isla. Todos nos enfrentamos a amenazas, ya sean de manadas rivales o de fuerzas externas. Una alianza proporcionaría un frente unido, una demostración de fuerza que disuadiría a los enemigos potenciales».
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El Rey Alfa resopló, con expresión incrédula mientras arqueaba las cejas. No se creía mi historia.
«¿Crees que un trozo de papel y un…?»
«¿Un apretón de manos nos protegerá del peligro? No lo creo, Ryder. Mi manada siempre se mantendrá unida, confiando en nuestra propia fuerza y astucia para sobrevivir».
No iba a cambiar de opinión y yo no iba a suplicar. Asentí con la cabeza, sintiéndome derrotado. «Entiendo tu postura, Alfa Raphael. Te dejo con tu manada», murmuré en voz baja.
Apenas había tocado el pomo de la puerta cuando sentí que alguien me empujaba hacia atrás. Un guardia de aspecto agitado entró corriendo, con la mirada fija en el Rey Alfa, ignorando por completo mi presencia.
«Alfa, siento interrumpir, pero… no hemos encontrado nada. Ni rastro de ella, ni pista alguna. Pero…». El guardia vaciló y bajó la voz hasta convertirla en un susurro. «El vínculo sigue vivo. Puedo sentirlo».
El rostro del Alfa Rey se ensombreció, sus ojos brillaron con una luz interior feroz y apretó los puños. Pasaron unos minutos incómodos, con un silencio cargado de tensión entre nosotros.
En ese momento, me di cuenta de que algo importante estaba pasando, algo que iba mucho más allá de una simple alianza o de la política de la manada. Algo que él no quería que nadie supiera.
Mientras permanecía paralizado por la incertidumbre, la mirada del Rey Alfa se clavó en la mía, con una intensidad inquietante.
«Parece, Ryder, que nuestra conversación está lejos de terminar», dijo el Alfa Raphael con tono seco y despectivo.
Arqueé una ceja, intrigado por el repentino cambio en el comportamiento del Rey Alfa. Las palabras del guardia habían encendido una llama en su interior y podía sentir la agitación que se gestaba bajo su estoico exterior. Estaba decidido a descubrir la verdad que se escondía tras las preocupaciones del Rey Alfa para poder llegar a un acuerdo con él. Era sencillo: ambos nos beneficiaríamos de nuestra alianza. Pero primero tenía que ver a Enzo. Era poco probable que Alfa Raphael me dijera nada.
—Dime, Enzo —dije en voz baja y mesurada—. ¿Qué está pasando? ¿Qué tiene tan preocupado al Alfa? Su audiencia no ha sido precisamente amistosa.
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