Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 159
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 159:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Estaba atrapada, jodidamente atrapada, mirando fijamente sus ojos inyectados en sangre, como si me desafiaran a decir que no, a negar lo que sentía. Ace estaba arañando la superficie, ¿y Layla? Ella no ayudaba. La zorra también lo quería.
Su mirada estaba fija en mí, como si quisiera devorarme entera. Y maldita sea, tenía la garganta seca, el cerebro frito, porque ¿cómo coño se supone que iba a pensar con claridad cuando su colonia me envolvía como una maldita soga?
Oh, joder. Le echaba de menos. Echaba de menos la sensación de sus labios sobre los míos, la forma en que me tocaba como si fuera lo único que necesitara en el mundo. Le deseaba. Dios, le deseaba. Pero no, esos mismos labios habían estado en Isabelle.
—Besaste a Isabelle —espeté, con la voz cargada de veneno. Sí, no iba a rendirme sin luchar. Ni esta noche, ni nunca.
No dijo ni una palabra. Se limitó a seguir mirándome, con los ojos clavados en un punto: mi cuello.
—¿En serio? —espeté, inclinando la cabeza para romper su concentración. Funcionó. Su mirada volvió a la mía, aguda y ardiente, y por un segundo pensé que podría perder el control.
—No la besé —gruñó, con voz baja y enfadada—. ¿Cómo pudiste…?
—Viste lo que querías ver, pero te lo juro por la Diosa de la Luna, no fue lo que crees.
La forma en que lo dijo, como si lo hubiera insultado, como si lo hubiera herido, casi me hizo dudar. Casi.
—Pero estabas bailando con ella —repliqué. Eso no lo podía negar. Los vi, con sus manos en la cintura de ella y la sonrisa de ella como si fuera suya.
—Y tú estabas bailando con Enzo. —Bajó la voz, con tono amenazante. «¿Sabes lo que me hizo eso?». Por supuesto que lo sabía. Esa era la cuestión.
No te lo pierdas en ɴσνєℓα𝓼4ƒ𝒶𝓷.c○𝓂 para fans reales
«Supongo que estamos en paz», dije, levantando las manos como si no me importara, como si no me estuviera rompiendo por dentro. Pero, maldita sea, quería que él lo arreglara. Quería que luchara por mí, por nosotros.
«¿En paz?», se rió, pero no era gracioso. Era oscuro, retorcido y tan jodidamente alfa que casi olvidé cómo respirar. —Pequeña zorra, no te atrevas a dejar que otro hombre te toque. ¿Me oyes? Le arrancaré la puta cabeza.
Sus palabras eran bajas, un gruñido que me hizo temblar las rodillas. Dio un paso más y pude sentir el calor que desprendía, pude oler el deseo mezclado con la rabia.
—Eres mía —susurró, con el aliento caliente en mi oído—. Mía para quedarme. Mía para tocar. Mía para follar. Mía para aparearme. Mía, compañera.
Oh, Dios. Las piernas casi me fallan. Sus manos encontraron mi cintura y se deslizaron lentamente, posesivas. Cuando sus dedos trazaron la curva de mi estómago, estaba temblando.
Mi cabeza me decía que retrocediera, que detuviera aquello. ¿Pero mi cuerpo? Mi cuerpo quería todo lo que él tenía para dar.
Cerré los ojos, mordiéndome para contener el gemido que amenazaba con escapar, y me dejé ahogar en el fuego que él encendió bajo mi piel.
Sus labios se estrellaron contra los míos, salvajes y duros, robándome el aliento y cada pensamiento coherente que me quedaba. El calor estalló en mi interior, como un incendio forestal que no podía controlar. Mis dedos se aferraron a sus hombros, desesperados por mantener el equilibrio, pero fue inútil. La tormenta de fuego que desató dentro de mí ardía demasiado, era demasiado fuerte.
Oh, por la diosa de la luna. ¿Qué me estaba haciendo?
«Baby Vixen, esto es lo que me haces», gruñó con voz grave y ronca contra mis labios.
—Te necesito, te he echado de menos —susurré, sin poder pensar antes de hablar.
Sus ojos se entrecerraron, oscuros e intensos. —¿Estás segura de que puedes conmigo, pequeña zorra? —se burló, rozando mis labios con los suyos y acelerando mi pulso—. No soy solo yo. Ryder quiere conocer a tu loba. Marca a esta hembra. Hazla tu compañera.
Quería reír, pero no había tiempo: sus labios volvieron a los míos antes de que pudiera articular una respuesta.
Cada beso era como si me quemara por dentro, haciéndome desear más. Mi mente daba vueltas, pero ¿mi cuerpo? Mi cuerpo estaba entregado. Él era una droga y yo ya era adicta.
.
.
.