Rechazada por un Alfa, Mimada por un Lycan - Capítulo 123
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 123:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
¿De verdad estaba diciendo eso Ace? No podía creerlo.
Sus palabras me hicieron retroceder. Lo decía Ace, el que siempre había dejado de lado cualquier tipo de razonamiento cuando se trataba de Jasmine.
—No me vengas con esas tonterías. Ella es mi compañera. La última vez que lo comprobé, la habías acojonado. Así que gracias, pero no, gracias.
Ace dudó unos segundos, pero su tono se mantuvo firme. «Lo entiendo, Ryder. Pero tienes responsabilidades. La manada te necesita».
Me levanté, con movimientos deliberados, y me acerqué a Ace. «La manada sobrevivirá. Jasmine quizá no». Una sensación de pavor se apoderó de mí mientras murmuraba esas palabras.
Los ojos de Ace brillaron, pero sabía que no debía presionarme más. —Está bien. Pero tienes que delegar, Ryder. Deja que los demás te ayuden.
Asentí, aunque mi mente ya estaba en otra parte. Con Jasmine. Cuando Ace se marchó, el doctor Lee regresó con una sonrisa amable. —Me quedaré un rato con Jasmine. ¿Por qué no descansas un poco?
Dudé, pero luego asentí. Sin embargo, en lugar de marcharme, me recosté en el sillón, con la mano de Jasmine entre las mías.
«Vuelve conmigo, Jasmine», susurré, con voz apenas audible. «Por favor».
Ace tenía razón, aunque yo no lo admitiera abiertamente. Kade había estado haciendo la mayor parte de mi trabajo. Las obligaciones de la manada era lo último en lo que quería involucrarme. Le había dejado temporalmente al mando, pero le había ordenado que no me informara de nada. No podía soportar escuchar las palabras, enfrentarme a la realidad. Pero ahora, mientras contemplaba su rostro sereno, algo cambió dentro de mí. Bajé la cabeza y le di un ligero beso en la frente, con los labios apenas rozando su piel fría.
«Lo siento mucho, pequeña zorra», susurré con voz quebrada. «No he podido protegerte».
Al apartarme, habría jurado que vi cómo se movían sus párpados. Abrí mucho los ojos y la miré fijamente. Quería llamar al Dr. Lee inmediatamente, pero no quería alimentar falsas esperanzas. ¿Estaba viendo cosas? ¿Me estaba jugando una mala pasada la mente, desesperada por encontrar una señal de vida?
úʟᴛιᴍσѕ ᴄαριᴛυʟσѕ єɴ ɴσνєℓaѕ𝟜fαɴ.𝒸o𝓶
Era posible.
Pero entonces volvió a parpadear. Y no, no era mi imaginación.
Una calma fría me invadió, seguida de una necesidad abrumadora de gritar. No por desesperación, sino por alivio. Quería gritar a los cuatro vientos, bramar de alegría.
Y entonces, como por arte de magia, sus párpados se abrieron.
Se me cortó la respiración. El tiempo se detuvo.
La mirada de Jasmine se clavó en la mía, al principio vacía y nublada, antes de transformarse en algo cálido. Sus pupilas se contrajeron y una leve sonrisa se dibujó en sus labios.
No podía creer lo que veían mis ojos. Literalmente, no podía creer que estuviera mirándola a ella. Parecía un sueño, pero por suerte para mí, era uno feliz. ¡Por la diosa de la luna, estaba viva! Había sobrevivido a las garras de la muerte y había vuelto a mí. Mi corazón se llenó de emociones intensas que me hicieron sonreír como un niño, y no me importaba. Demonios, podría haberme puesto a bailar de alegría y seguiría sin importarme…. bueno, quizá no.
Agradecí el silencio que reinaba en la habitación. Mientras su corazón latiera y ella pudiera verme, no me importaba nada más. Había esperanza. ¡Maldita sea! Quería abrazarla con fuerza, apretarla contra mí y no soltarla nunca. Pero me contuve y mantuve la mirada fija en ella. Aún estaba débil, frágil y recuperándose. No podía arriesgarme a hacerle daño.
Mis manos se posaron sobre las suyas, cálidas y suaves. Sus dedos se sentían delicados y fríos bajo los míos, casi etéreos mientras los acariciaba. La miré a los ojos, buscando cualquier signo de incomodidad o dolor, pero estaba bien. El color había vuelto a sus labios.
El silencio entre nosotros era vacío, pero reconfortante. No hacían falta palabras. Solo su presencia, el hecho de que estuviera viva, era suficiente.
En ese momento, nada más importaba. Estábamos vivos, juntos, y eso era lo único que importaba.
.
.
.