¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 542
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Capítulo 542:
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Katelyn estudió el pequeño aparato negro, cuya superficie brillante captaba la luz del techo.
«¿Qué se supone que hace esto?», preguntó con escepticismo.
Barry dudó un momento antes de acercarse a ella. En cuanto lo hizo, se encendió una luz roja, seguida de una alarma desgarradora que rompió el silencio.
Una chispa de emoción iluminó el rostro de Barry. «Este es nuestro último dispositivo de rastreo», dijo, con orgullo evidente en su tono. «Puede captar el número de teléfono de una persona, aunque sólo lo haya estado usando unos segundos. Obtendrás una lectura exacta».
A diferencia de los detectores típicos, que sólo daban una estimación aproximada basada en la intensidad de la señal, este dispositivo era mucho más avanzado. No solo localizaba señales, sino que confirmaba si alguien había estado cerca, lo que hizo que Katelyn sintiera una mezcla de curiosidad e inquietud.
Su expresión cambió y la incredulidad se apoderó de ella. No había imaginado que la tecnología pudiera llegar tan lejos. La idea de que la rastrearan en un lugar lleno de gente era tan impresionante como inquietante.
«Basta de fanfarronadas», replicó Katelyn, cruzándose de brazos desafiante. «Nunca he visto nada igual, y no soy TS. Tu dispositivo debe de estar estropeado».
«¡No puede ser! No puede ser!» gritó Barry, con la emoción inundando su voz mientras sujetaba con fuerza el aparato. «¡Este artilugio es el resultado de tres años de trabajo de los mejores científicos que tenemos!».
«Ha captado una señal tuya. Si no eres TS, entonces debes haber estado en contacto con él. ¿Quién es?» insistió Barry, con un tono de frustración. Se había dado cuenta de la señal desde dentro de la sala y se precipitó sin pensar.
Inicialmente, Katelyn no había parecido sospechosa. Su atención se había centrado en Samuel. Ahora se daba cuenta de que había malinterpretado completamente la situación.
Katelyn se burló. «Tu aparato debe estar estropeado si capta señales aleatorias».
El rostro de Vincent se volvió serio, con un brillo de sospecha en los ojos.
Aunque Katelyn trató de mantener la compostura, Vincent vio que sus dedos se crispaban mientras tiraba nerviosamente de su camisa. Su inquietud era inconfundible, a pesar de sus esfuerzos por mantener la calma.
«Lo juro, este dispositivo es perfecto. No ha detectado nada de nadie más. ¿Por qué se centra en ti si no tienes nada que ocultar?». Barry insistió, con la voz tensa por la urgencia.
Katelyn se encogió de hombros, su actitud despreocupada ocultaba la tensión que crecía en su interior.
«¿Cómo voy a saberlo? Tal vez lo amañaste para incriminarme. No es más que un artilugio llamativo con una luz intermitente, y tú actúas como si fuera innovador. ¿Qué te impide apuntar con él a cualquiera y decir que es de la ST?», replicó ella con tono desafiante.
Su tono relajado no podía ocultar la ansiedad que acechaba bajo la superficie. No tenía intención de admitir ser TS basándose en pruebas tan endebles.
La sonrisa de Barry se volvió gélida. «Dejémonos de juegos. Volverás conmigo, y el rey será el propio juez».
Mientras se abalanzaba para agarrar a Katelyn, no se percató de las ocho armas que le apuntaban.
El sonido de los seguros al saltar llenó la sala, indicando que los hombres armados estaban listos para disparar en cualquier momento.
Barry apretó la mandíbula y miró a Vincent. «Sr. Adams, ¿qué está pasando aquí? ¿De verdad va a proteger a TS?», exigió, con la frustración goteando de sus palabras.
Vincent hablaba con una actitud relajada, pero sus palabras tenían un peso que llamaba la atención. «No te llevarás a nadie sin mi permiso».
Barry se quedó inmóvil un momento, con la rabia burbujeando bajo la superficie. Pero decidió no provocar más a Vincent. En su lugar, adoptó un tono más conciliador. «Sr. Adams, realmente necesitamos su experiencia. Una vez resuelta esta situación, le aseguro que se la devolveremos ilesa».
«No es TS. Sólo es una de mis diseñadoras», contestó Vincent, impaciente, mientras miraba el detector que seguía sonando en la mano de Barry.
«Déjeme echar un vistazo a su supuesto dispositivo de alta tecnología», añadió, con la mirada aguda y exigente.
Barry hizo una pausa, con la frustración hirviendo a fuego lento, pero al final le entregó el aparato, con la mandíbula tensa por el enfado.
«Sr. Adams, hablo en serio. Todo lo que he dicho es cierto. Esta tecnología es el pináculo de la investigación de nuestra nación. Sólo nosotros hemos desarrollado algo tan sofisticado», insistió Barry.
Una leve sonrisa escéptica apareció en los labios de Vincent, insinuando su incredulidad.
Al momento siguiente, todos oyeron un crujido y algo se quebró.
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