¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 536
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Capítulo 536:
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Desde el mismo momento en que el dúo llegó, Katelyn percibió un cambio en Elora. Estaba casi escondida detrás de Austen, y solo se le veían los ojos.
Sin embargo, su mirada ya no era arrogante y odiosa. En su lugar, transmitía la inocencia y la confusión típicas de un niño pequeño, de unos tres o cuatro años.
Elora se agarró con fuerza a la ropa de Austen, claramente en busca de consuelo. Sólo parecía relajarse un poco cuando estaba cerca de él.
Una teoría atrevida e inquietante comenzó a formarse en la mente de Katelyn.
Austen engatusó a Elora por detrás y le dio unos caramelos que llevaba en el bolsillo.
La cara de Elora se iluminó con una sonrisa brillante mientras exclamaba: «¡Vaya, qué caramelos más bonitos!».
Mientras Katelyn observaba el desarrollo de los acontecimientos, su corazón se hundió. Se había dado cuenta de lo que le ocurría a Elora. Todo, desde su estado mental hasta su lenguaje corporal, sugería que ahora era mentalmente similar a un niño pequeño.
Con un toque de tristeza, Austen explicó en voz baja: «Tras descubrir que su familia la había desechado, Elora se puso así. Los médicos creen que su estado mental empeoró rápidamente, y el shock hizo que su cerebro se replegara, encerrando sus recuerdos como defensa.»
Katelyn había sospechado que algo así podría ser el caso.
El cerebro humano es un órgano complejo y afinado. Los medios de comunicación publican historias de personas que, tras sufrir graves traumas, bloquean las partes más atroces de sus experiencias.
Estos recuerdos no se borraron, sino que quedaron enterrados en lo más profundo de sus mentes.
La cara de Katelyn mostraba su conflicto interno cuando preguntó: «¿Mencionaron los médicos alguna posibilidad de que se recuperara?».
Austen se acomodó junto a Katelyn y tiró suavemente de Elora hacia su regazo.
Con el cuidado que siempre mostraba a Elora, igual que cuando aún era su guardaespaldas, Austen empezó a trenzar el pelo de Elora, atento a pesar de su estado.
Su voz se suavizó al decir: «Quizá se recupere mañana, quizá pasado mañana, o quizá nunca salga de este estado».
Sin darse cuenta, las manos de Katelyn se cerraron en puños. Nunca había imaginado que la situación se volviera tan sombría.
Katelyn sugirió: «Sus recuerdos podrían recuperarse con la ayuda de un hipnotizador experto».
Sin embargo, Austen sonrió suavemente y sacudió la cabeza, descartando la idea. «Eso no es necesario. Si es feliz y despreocupada así, ¿por qué no va a permanecer en ese estado infantil para siempre?».
Siguió trenzando pacientemente el pelo de Elora y añadió: «Después de todo, siempre estoy aquí para ella. Me aseguraré de que esté bien cuidada».
Katelyn se sintió profundamente conmovida por la magnitud del afecto que Austen sentía por Elora. Puede que ésta sea la forma más pura de amor: un compromiso inquebrantable con alguien, independientemente de las circunstancias. Incluso con un cambio de identidad o el ascenso a la categoría de hijo de un noble conde, el afecto de Austen se mantuvo inquebrantable.
«Respeto lo que has decidido. Honestamente, traer sus recuerdos podría no ser lo mejor. Si Elora está eligiendo no recordar, tal vez es porque esos recuerdos traen demasiado dolor. A veces, el olvido es una misericordia», dijo Katelyn.
Para Elora, las cosas que más apreciaba, como Bartley y su papel como heredera de la familia Williams, le habían sido arrebatadas. Incluso su padre, que la había apreciado, le había dado la espalda en su momento más bajo, arrebatándole todo lo que una vez valoró.
Katelyn comprendía el profundo dolor de una traición así, pues ella misma había sufrido el aguijón de la traición familiar y romántica. Era como vagar sola por un desierto, hundiéndose cada vez más en arenas movedizas sin escapatoria, sólo un tormento sin fin.
Ella misma había estado a punto de ser tragada por tal desesperación emocional.
Austen se limitó a asentir. Para él, era primordial que su princesa viviera una vida de paz y felicidad. Una vez cumplido su deseo, se sintió realizado.
«Ser nuevo aquí en Yata puede ser duro. Si necesitas ayuda, no dudes en pedírnosla», le dijo Austen a Katelyn.
«Gracias», respondió Katelyn con calidez.
Sorprendentemente, presenciar aquel momento de serenidad entre Austen y Elora alivió el espíritu inquieto de Katelyn. El rostro de Austen mostró un momento de vacilación al mirarla.
«En realidad hay otra razón por la que he venido hoy. Necesito hablarte de algo relacionado con el castillo», dijo Austen.
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