¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 535
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Capítulo 535:
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Conocidos
El corazón de Katelyn se aceleró mientras el miedo se apoderaba de ella. Apenas unas horas antes, Vincent había superado la operación a duras penas, aferrándose a la vida por un frágil hilo. Ahora no podía dejar de pensar: ¿podría resistir más su maltrecho cuerpo?
Sin pensarlo, Katelyn se llevó la mano a la muñeca. Su pulso era débil y apenas perceptible, lo que le produjo una oleada de temor.
«¡Tenemos que llevarlo al hospital! No aguantará mucho más así», gritó.
«Estoy en ello», gritó Samuel. Corrió hacia el coche, sus pies se movían tan rápido como podían llevarle.
Katelyn abrazó a Vincent con fuerza, esperando que su abrazo pudiera mantenerlo con vida de algún modo. Miró a un lado y a otro entre su pálido rostro y el lugar donde Samuel había corrido para traer el coche, rezando para que Vincent no se le escapara. Entonces, de repente, la risa de Neil atravesó el tenso silencio como un cuchillo.
En medio de la tristeza de todos, su risa destacaba como especialmente chirriante y áspera.
«¡Ja! Esto es perfecto», se burló, su voz mezclada con malicia. «La muerte de Vincent es exactamente lo que quiero. Finalmente, tendré a alguien que me acompañe en el infierno».
Katelyn giró hacia Neil, con los ojos encendidos de furia. En esa fracción de segundo, el odio que sentía por él surgió, apenas contenido.
Si no fuera por Neil, Vincent estaría cómodamente tumbado en una cama de hospital, descansando, recuperándose como se suponía que debía hacerlo. Pero ahora, todo esto -todo el caos, todo el dolor- recaía sobre Neil.
Neil les había llevado a este punto de ruptura, y lo que es peor, ella le había dejado vivir cuando podría haber acabado con él antes de que empezara.
«¡Abre la boca otra vez, y te arrancaré la lengua yo misma!» Katelyn ladró.
Su mirada se clavó en la de él, inquebrantable. No había duda de que hablaba en serio; no era una amenaza vacía.
Vincent había renunciado a todo por ella: su vida, su fuerza, su capacidad de defenderse.
¿Y qué había hecho ella por él a cambio? No era nada comparado con los sacrificios que él había hecho por ella. La culpa se le enroscaba en las entrañas, retorciéndose con cada pensamiento.
Si Samuel y los demás no hubieran irrumpido con gas lacrimógeno en el momento exacto en que lo hicieron, Vincent se habría visto obligado a jugarse la vida de nuevo, a luchar, a sangrar, todo por ella.
Los ojos de Katelyn ardían de furia, su ira estallaba como un incendio.
Se imaginó destrozando a Neil.
Incluso en su estado caótico, Neil podía sentir la amenaza que irradiaba de ella, haciendo que su corazón se acelerara.
Samuel dio rápidamente la vuelta al coche, con la urgencia escrita en su rostro.
Katelyn ignoró por completo a Neil y se centró en Vincent mientras lo ayudaba con cuidado a sentarse en el asiento trasero. Cada segundo importaba; tenían que llegar rápido al hospital.
Dos operaciones importantes en un día, más dos rondas de anestesia… sólo podía imaginarse la carga que eso suponía para Vincent.
Mientras esperaba en el pasillo del hospital, Katelyn se hundió en un banco, con las manos apoyadas en la cabeza. El silencio amplificaba sus sentimientos de arrepentimiento y culpa.
De todas las veces que Vincent había resultado herido desde que se cruzaron, la mayoría habían sido por su culpa.
Era alto, una figura de fuerza, y normalmente nadie podía tocarle. Sin embargo, continuamente lo arriesgaba todo para mantenerla a salvo.
¿Cómo podía esperar saldar una deuda tan grande? Los pensamientos de Katelyn se vieron atormentados por las mordaces palabras de Sharon, cada una de ellas más hiriente que la anterior.
Con una mueca retorcida y un dedo apuntando hacia ella, Sharon había calificado una vez a Katelyn de maldición, afirmando que traía la desgracia allá donde iba.
A medida que los acontecimientos se desarrollaban a su alrededor, Katelyn no podía evitar la sensación de que aquellas duras palabras se estaban convirtiendo en realidad.
Soltó un suspiro profundo y cansado, como si el peso del mundo la oprimiera, sepultando su espíritu bajo pesadas capas de tierra.
Tal vez había llegado el momento de alejarse de Vincent, ya fuera por respeto a su compromiso o por miedo a verle herido una vez más.
De repente, unos pasos resonaron en el pasillo, rompiendo el pesado silencio.
Se acercaban dos ritmos distintos: uno ligero y grácil, que hacía pensar en alguien con excepcionales dotes para la lucha, y otro más pesado y enérgico.
Katelyn había perfeccionado su habilidad para identificar a las personas por el sonido de sus movimientos.
Los que se entrenaban solían dominar el arte del movimiento silencioso, controlando su respiración y sus pasos como hábiles asesinos.
En cambio, los pasos de otra persona que Katelyn oía ahora eran claramente ordinarios, sin ningún indicio de sigilo.
Cuando levantó la vista, la sorpresa iluminó su rostro al ver dos figuras familiares que se acercaban por el pasillo del hospital. Austen cogió a Elora de la mano y su inesperada presencia la reconfortó un poco.
Katelyn tomó aire, con el corazón acelerado, y preguntó sorprendida: «¿Qué os trae por aquí?».
Austen esbozó una sonrisa despreocupada y respondió: «Nos hemos enterado de tu último incidente y hemos pensado en venir a ver cómo te va».
Katelyn asintió con la cabeza, su expresión era una mezcla de emociones cuando su mirada se posó en Elora. La incredulidad se apoderó de ella.
«¿Qué… qué le ha pasado?» Katelyn preguntó, su voz apenas por encima de un susurro, espesa de preocupación.
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