¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 517
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Capítulo 517:
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Katelyn parecía desconcertada, dividida entre la confusión y la incredulidad mientras trataba de procesar la situación. Si no era una empleada más para Vincent, ¿qué era exactamente? ¿Realmente iba a admitir que sentía algo por ella? Esa idea parecía imposible.
Su rápido y sarcástico comentario acalló lo que Vincent iba a decir a continuación. Sus ojos se suavizaron, pero había algo más profundo, algo que no estaba diciendo del todo. «Te dije que sólo tardaría una semana en arreglarse todo aquí, y entonces podríamos hablar de nosotros». En ese momento, Vincent supo que no podía seguir ignorando lo que sentía.
Si Katelyn nunca hubiera entrado en su vida, se habría casado con la princesa, sin duda, por pura conveniencia. Pero ahora, una voz interior le decía claramente: la vida sin Katelyn era impensable.
Apretó los puños lo suficiente como para sentir la tensión, un dolor agudo que le oprimía el corazón. Esbozó una sonrisa fría y tensa. «Como he dicho antes, no hace falta que me involucres en esto. Sólo soy una empleada normal, y no estoy en posición de cargar con tus problemas».
Los ojos de Katelyn se detuvieron en Vincent, con expresión firme pero cortante. «Si le cuesta entenderlo, Sr. Adams, puedo repetírselo tantas veces como necesite».
Vincent suspiró, su tono más tranquilo. «Este compromiso siempre ha sido un asunto de negocios. Aun así, es culpa mía por no dejarlo claro desde el principio».
Katelyn permaneció en silencio, con los brazos cruzados mientras esperaba. No estaba segura de qué más podía añadir, pero sentía curiosidad por escuchar.
«No siento nada por la princesa», admitió. «Mañana por la mañana, voy a negociar el fin del compromiso».
La irritación de Katelyn surgió, arrastrándose en su voz. «Sr. Adams, ya lo he dicho: sólo soy una empleada suya. No tengo derecho a preguntar sobre su vida personal, y no debería involucrarme en ella».
Dio un largo suspiro, dejando que sus palabras calaran. «Si no hay nada más, me vuelvo a mi habitación. Además, no quiero quedarme más tiempo en Yata. Antes me iré a casa. Cuando termine los diseños para Selina, se los enviaré por correo electrónico».
Vincent enarcó las cejas y un gesto de preocupación cruzó su rostro. «¿Es mi compromiso la razón por la que tienes tanta prisa por irte?».
«No», respondió Katelyn con firmeza, sacudiendo la cabeza. «Llevo mucho tiempo queriendo irme de Yata. No es por ti». Sus palabras fueron claras y directas, sin pedir permiso, sino simplemente diciendo la verdad.
Vincent abrió la boca para responder, pero Katelyn le cortó, con tono firme. «Sr. Adams, tiene que irse». Era la segunda vez que le reñía, con los puños ligeramente crispados, aunque manteniendo la calma.
En ese momento sonó el teléfono de Vincent. El sonido agudo y urgente interrumpió el momento.
Era Samuel.
«Sr. Adams», dijo Samuel rápidamente, con voz tensa. «Hemos localizado al traidor responsable de las pérdidas en la sucursal. Está en Yata, cerca de su ubicación. He enviado un equipo para capturarlo».
La familia Adams había pasado años construyendo un próspero negocio, expandiéndose en múltiples industrias. Una traición como esta podría causar un daño significativo.
«Estoy volviendo ahora. No dejes que escape», respondió Vincent, con voz tranquila pero teñida de urgencia.
«Sí, señor», respondió Samuel, antes de colgar. Momentos más tarde, el teléfono de Vincent zumbó de nuevo, esta vez, con un mapa de Samuel que muestra la ubicación del traidor a pocas cuadras de distancia.
«Hay algo en lo que necesito tu ayuda», dijo Vincent, volviéndose hacia Katelyn.
«Por supuesto», respondió ella, suponiendo que se trataba de algo relacionado con sus tareas habituales.
Pero a medida que el coche avanzaba por las calles de la ciudad, se dio cuenta de lo que Vincent quería decir en realidad. No se trataba del trabajo, sino del traidor.
Sintiéndose incómoda, Katelyn le miró. «Sr. Adams, no estoy segura de ser la persona adecuada para esto. Realmente no sé cómo manejar algo así».
Vincent apretó con fuerza el volante, con mano firme, y condujo suavemente a través del denso tráfico. Sus movimientos eran tranquilos pero precisos, como si ya lo hubiera hecho miles de veces.
Sin mirarla, habló con voz tranquila y firme: «La mayoría de mi gente está fuera de la ciudad. El traidor está armado, y nadie dispara como tú».
Recordó su impecable puntería en el campo de tiro, lo impresionado que había quedado por su habilidad.
Si no hubiera elegido ser diseñadora, no había duda de que Katelyn habría sido una francotiradora de primera.
Katelyn parecía tener algo que decir, pero se contuvo, permaneciendo en silencio mientras llegaban al lugar donde se escondía el traidor.
Justo cuando estaban a punto de salir del coche, el sonido agudo de disparos resonó en el aire, alto y claro desde algún lugar más adelante.
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