¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1670
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Capítulo 1670:
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Intentó desesperadamente reunir fuerzas para golpearlo, para defenderse con todas sus fuerzas, pero su energía se desvaneció como el agua entre los dedos. Sus extremidades se volvieron increíblemente pesadas, negándose a obedecer sus órdenes.
Su cuerpo la traicionó por completo y se desplomó contra el asiento de cuero mientras la conciencia comenzaba a abandonarla.
El conductor la observó derrumbarse, con una sonrisa siniestra en el rostro. Sin pronunciar una sola palabra, volvió a arrancar el motor y se alejó de la acera.
Todos los sistemas de rastreo del vehículo habían sido desactivados metódicamente. Alfy, sin posibilidad alguna de ser rescatada, sintió que la oscuridad la envolvía por todos lados.
El conductor, que había calculado perfectamente el momento, esperó a que la droga saturara por completo el espacio confinado del coche antes de quitarse finalmente el pañuelo que le cubría el rostro.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios mientras la miraba por el espejo retrovisor. «¿Crees que puedes escapar de mí? Un objetivo tan valioso alcanzará un precio muy alto».
Últimamente, el mercado negro ofrecía sumas astronómicas por jóvenes como ella. Venderla le reportaría más dinero del que podría ganar conduciendo un taxi en toda su vida.
Mientras se adentraba en la noche, la idea de la fortuna que le esperaba le provocaba oleadas de emoción.
Había pasado una hora cuando el coche se detuvo en lo que parecía una fábrica abandonada, envuelta en la oscuridad tanto por dentro como por fuera.
Cuando Alfy recuperó la conciencia, se dio cuenta de que no podía moverse, tenía las extremidades bien atadas. Sus intentos por liberarse solo apretaban más los nudos, que estaban hechos por manos expertas. Con cada forcejeo, las ataduras se apretaban más.
De repente, el conductor abrió la puerta trasera y la sacó del coche sin piedad.
Alfy intentó gritar, pero un paño le tapó la boca.
Con una eficiencia despiadada, el conductor la arrastró hacia la entrada de la fábrica.
El duro contacto con el suelo desgarró la piel de Alfy, provocándole oleadas de dolor agudo por todo el cuerpo.
Al entrar en la fábrica, la escena que se encontró hizo que el dolor pasara a un segundo plano. Sus ojos se abrieron de par en par, aterrorizados.
El espacio, tenuemente iluminado, estaba repleto de jaulas, cada una de ellas con varias mujeres y niños encerrados tras barrotes de acero.
En la penumbra, los suaves llantos de los niños resonaban, despertando la ira de los guardias. Al acercarse al origen del ruido, uno de los guardias propinó unas duras bofetadas a uno de los niños que lloraba.
«¡Silencio! ¡Otro grito y acabaré con todos vosotros!», amenazó con tono amenazador.
Su tono amenazante hizo que los llantos cesaran abruptamente, sustituidos por sollozos silenciosos mientras el niño lo miraba con los ojos muy abiertos por el miedo.
Al ver el sufrimiento del niño, algunas mujeres solo podían abrazarlos y ofrecerles palabras de consuelo. Aunque también estaban llenas de miedo, su principal preocupación era la seguridad de los niños.
Alfy apenas podía creer que una escena tan aterradora se estuviera desarrollando en la aparentemente normal ciudad de Yata. Las celdas estaban abarrotadas, probablemente con más de un centenar de prisioneros. Se preguntó cuál sería el motivo del secuestro de tantas mujeres y niños.
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