¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1669
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1669:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Al no sentir necesidad de precaución ante un hombre aparentemente inofensivo, Alfy negó con la cabeza. «Solo quiero visitar a una amiga. No pude verla una última vez antes de que falleciera».
Las palabras le provocaron una oleada de tristeza, pero luchó por mantener la compostura, negándose a dejar que las lágrimas cayeran delante de un desconocido.
El conductor asintió con comprensión, y sus ojos se suavizaron con simpatía. «Ya veo. Deberías intentar seguir adelante. Al fin y al cabo, debemos aceptarlo».
Alfy permaneció en silencio, luchando contra el dolor que amenazaba con desbordarla.
El taxi se detuvo en su destino. «Señorita, hemos llegado», anunció el conductor, volviéndose para mirarla de frente.
Después de comprobar el importe que marcaba el taxímetro, Alfy pagó y le dio las gracias.
Pero cuando sus dedos alcanzaron la manija de la puerta, el clic agudo de las cerraduras la paralizó. Con movimientos deliberados, el conductor se estiró y apagó todos los dispositivos de vigilancia del interior del coche.
Un escalofrío de aprensión recorrió a Alfy mientras miraba al conductor, frunciendo el ceño con alarma. «¿Qué está haciendo? Tengo que salir. ¿Por qué cierra la puerta?».
La expresión amable del conductor se desvaneció como una máscara que se desprende, sustituida por una sonrisa que le puso los pelos de punta.
—¿Por qué cerrar la puerta? Bueno, para llevarte a un lugar agradable, por supuesto. —La malicia de sus ojos contrastaba ahora con su anterior amabilidad.
El pánico se apoderó de Alfy al darse cuenta del peligro. Quería romper la ventana y escapar, pero no tenía nada parecido a un martillo y romper la ventanilla de un coche no era tan fácil como parecía en las películas.
«¡Abra la puerta y déjeme salir o llamaré a la policía ahora mismo!», gritó, forcejeando con la puerta cerrada.
El corazón le latía con fuerza contra las costillas mientras buscaba a tientas el teléfono en el asiento trasero. En ese momento crítico, Alfy sabía exactamente a quién tenía que llamar: a su tío. Con una claridad sorprendente en medio del miedo, comprendió que solo él podía protegerla de lo que fuera que pretendiera ese hombre.
Pero cuando desbloqueó el teléfono, la pantalla no mostraba señal. Se le hizo un nudo en el estómago al darse cuenta de que el taxi estaba equipado con un inhibidor de señal, lo que la aislaba completamente del mundo exterior.
El corazón de Alfy se hundió en la oscuridad. Sin forma de contactar con su tío, apretó con fuerza el teléfono y se abalanzó hacia el conductor con la intención de golpearle en la cabeza con él. Después de todo, solo un objeto pesado como un teléfono podía servirle de arma en ese momento.
«¡Suélteme! Si mi tío se entera, se asegurará de que lo lamente!». Nunca imaginó que una simple visita al cementerio para presentar sus respetos la llevaría a caer en las garras de un secuestrador.
Pero el conductor se movió con la precisión de alguien que había hecho esto antes. Cuando Alfy se abalanzó hacia él, él rápidamente tomó un pañuelo blanco de una pequeña caja que tenía a su lado. Para su confusión, en lugar de presionárselo contra la cara como ella esperaba, se cubrió la nariz y la boca con él.
Mientras Alfy dudaba, tratando de entender sus acciones, un extraño olor medicinal llenó el aire a su alrededor. En ese terrible momento, comprendió lo que estaba pasando justo cuando su visión comenzó a nublarse.
.
.
.