¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1656
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Capítulo 1656:
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Katelyn se limitó a mirarlo. Su expresión lo dejaba claro: su actitud despreocupada no la había convencido.
Vincent se dio cuenta de su escepticismo y añadió: —Ah, y también conecté un bloqueador al satélite de control principal.
Eso significaba que todos sus sistemas de comunicación, todas las señales de los walkie-talkies, se habrían colapsado y sumido en el caos.
Katelyn no pudo reprimir un grito ahogado mientras lo miraba con admiración cada vez mayor. «¡Impresionante!».
Los recursos financieros necesarios para colocar un interferidor en el satélite de control principal eran aterradores. No se trataba de una operación menor que se pudiera llevar a cabo con calderilla, sino que requería una gran fortuna y muchos contactos.
Vincent se limitó a esbozar una leve sonrisa ante los elogios de Katelyn. Sin embargo, bajo su actitud despreocupada, era evidente que la felicidad de ella le producía una satisfacción genuina.
El momento se vio interrumpido por un suave gemido procedente de la figura que yacía en la cama.
Cuando la mujer abrió lentamente los ojos, Katelyn se volvió hacia ella. En el instante en que sus miradas se cruzaron, el cuerpo de la mujer se echó bruscamente hacia atrás. Aún aturdida y débil por la anestesia, el terror inundó su rostro al mirar a Katelyn y Vincent.
—¡No se acerquen! ¡Ayuda! ¡Ah! —Sus gritos resonaron en la habitación, mientras se agarraba la cabeza con las manos, presa del pánico. Parecía atrapada en una pesadilla, y el miedo la hacía gritar repetidamente.
Al ver su angustia, Katelyn trató rápidamente de calmarla. —No tengas miedo. No te haremos daño.
Katelyn y Vincent se detuvieron, manteniendo cuidadosamente la distancia para no alarmarla más.
La reacción de la mujer ante su proximidad era de puro terror, su cuerpo temblaba incontrolablemente. Poco a poco, pareció darse cuenta de que Katelyn y Vincent no tenían malas intenciones, y su cuerpo comenzó a relajarse.
Pero entonces, una extraña risita escapó de sus labios. «Mi bebé, mi dulce bebé». Alcanzó una almohada en la cama y la abrazó con ternura, como si fuera un bebé precioso.
Esta escena entristeció profundamente a Katelyn, que no tenía ni idea de los horrores que debía de haber sufrido aquella mujer.
Katelyn y Vincent permanecieron inmóviles, observándola en silencio sin hacer ningún movimiento.
Katelyn comprendía el shock que estaba sufriendo la mujer debido a lo extraño del entorno. Sabía lo importante que era actuar con delicadeza.
Intercambió una mirada significativa con Vincent. Ambos comprendieron el acuerdo tácito entre ellos y salieron silenciosamente de la habitación.
Al salir, Katelyn le sugirió a Vincent: «Démosle un poco de tiempo para que se aclimate. Continuaremos con su tratamiento gradualmente». El camino hacia la recuperación sería sin duda largo. No se lograría una solución rápida.
Katelyn era consciente de la urgencia de operar, pero era fundamental que la paciente cooperara para no poner en peligro la intervención.
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