¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1652
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Capítulo 1652:
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Silencioso y con el rostro impasible, T permaneció al lado del rey, con la mente agitada por las posibilidades. Sumido en sus pensamientos, consideró metódicamente quién podría estar detrás de la descarada intrusión de ese día. Los hombres del rey entraron en acción al oír la orden, sin atreverse a perder un solo instante.
Todo este tiempo, Ryanna había supuesto que allí se encontraba recluido algún prisionero político importante. Al observar el caos que se estaba desarrollando, se convenció cada vez más de que la loca debía de ser alguien a quien su padre había amado en el pasado.
La oscuridad nubló el rostro de Ryanna al comprender las implicaciones. Su madre solo llevaba muerta unos años, pero esa loca llevaba allí recluida quizá dos décadas.
Ryanna, que no era tonta, rápidamente ató cabos y comprendió lo que debía de haber sucedido. Se le encogió el corazón.
Imágenes de sus padres reales, aparentemente perfectos, pasaron por su mente. Todos los habían alabado como la pareja ideal, un modelo de devoción que todos los ciudadanos veneraban y envidiaban.
Durante toda su vida, Ryanna se había creído la niña más afortunada del mundo. A pesar de carecer del calor de una familia normal, se había consolado con la creencia de que sus padres se amaban de verdad. Pronto estaba destinada a convertirse en la primera reina de Yata. Sin embargo, ahora… todas las hermosas ilusiones de su corazón se hicieron añicos como cristales, dejando solo la dura y despiadada realidad.
El calor familiar que había atesorado no era más que un espejismo. Su padre hacía tiempo que había entregado su corazón a otra persona, manteniendo a esta loca encerrada bajo las narices de su madre.
El rey, ajeno a la confusión interna de Ryanna, se plantó ante ella con actitud gélida. —No digas nada de lo ocurrido hoy —le advirtió con frialdad—. De lo contrario, no te culpes a mí por ser duro.
Aunque carecían de amenazas explícitas, eran las palabras más duras que el rey le había dirigido jamás a su hija.
En su presencia, su padre siempre había mantenido una actitud serena. Incluso sus ocasionales advertencias habían sido pronunciadas con gentileza. En ese instante, la imagen que Ryanna tenía del rey se derrumbó por completo.
T miró a Ryanna con una mirada larga y penetrante. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y se marchó.
Más tarde, en la habitación del rey, T se recostó casualmente en una silla, tomando una taza de café. Bebía en silencio, como si los caóticos acontecimientos de hacía un rato no tuvieran nada que ver con él.
Solo el rey delataba cierta ansiedad, paseándose de un lado a otro del palacio.
T levantó la vista hacia el rey y comentó con inquietante calma: —Te aconsejé que te ocuparas de ella hace mucho tiempo. Ahora la han rescatado. Me pregunto qué harás cuando salga a la luz la verdad sobre ese incidente.
Esta situación había llegado a un punto crítico únicamente por las decisiones del rey. Si hubiera eliminado a la mujer antes, el desastre de hoy se habría evitado por completo.
El rostro del rey se ensombreció con disgusto. «No te regodees», espetó. «Si me implican en esto, ¿de verdad crees que tu reputación quedará intacta?».
El rey y T estaban completamente en el mismo barco; ninguno de los dos podía distanciarse de la situación.
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