¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1646
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Capítulo 1646:
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En ese momento, Vincent era el único que podía verla así. Lo que Katelyn no sabía era lo mucho que Vincent apreciaba esos momentos. Quería verla abrumada por la pasión, porque, para él, eso era la mayor recompensa.
Katelyn no podía soportarlo más. Su voz temblaba mientras suplicaba: «Cariño, ah, por favor, déjame ir. No puedo más».
No le quedaban fuerzas, apenas podía mantenerse en pie, solo quería sentir su calor.
Al ver sus mejillas sonrojadas y la forma en que se apoyaba en él, Vincent finalmente se detuvo. La rodeó con sus brazos, la atrajo hacia sí y la dejó descansar contra la pared.
Con un susurro profundo y ronco, le dijo: «Soy tuyo».
Una ola de placer atravesó a Katelyn, arrancándole un suave gemido de los labios mientras sus miembros se derretían bajo ella.
Se aferró desesperadamente a la manguera de la ducha, apoyándose en los azulejos resbaladizos para no caer.
Cada embestida le provocaba escalofríos por todo el cuerpo, y cada sensación era más abrumadora que la anterior.
Tras su apasionada unión, las extremidades de Katelyn se rindieron por completo. Se derritió en el abrazo reconfortante de Vincent, dependiendo por completo de su fuerza.
Con ternura, Vincent bañó su cuerpo tembloroso antes de recoger a la aturdida Katelyn en sus brazos y llevarla al dormitorio. Completamente agotada, no podía reunir fuerzas para mover ni un solo dedo, solo era capaz de descansar contra la fría cabecera.
Vincent la acostó sobre las sábanas con exquisito cuidado. Le acarició el delicado puente de la nariz con la yema de los dedos mientras su voz se suavizaba con ternura. —Descansa ahora. Voy a buscar el secador para que no duermas con el pelo mojado y te despiertes con remordimientos.
El gesto tan considerado revelaba lo bien que la conocía: sabía que dormir con el pelo húmedo siempre le provocaba dolores de cabeza por las mañanas. Aunque sus labios permanecían inmóviles, la mirada de Katelyn se aferró a la silueta de Vincent mientras se alejaba, bebiéndose cada línea de su silueta.
En ese momento cristalino, la revelación golpeó a Katelyn con una claridad asombrosa: reunir el valor para estar con él había sido la decisión más brillante de su vida. Su relación fluía con una armonía extraordinaria, sin una sola discusión desde que se habían encontrado.
Esta profunda conexión trascendía todo lo que ella había atrevido a imaginar posible entre dos almas. Su perfecta sincronía parecía casi etérea, como sacada del reino de los sueños en lugar de la realidad terrenal.
Al regresar, Vincent captó la intensidad de su mirada y se detuvo, su expresión suavizándose con tierna preocupación. —¿Qué pasa? —murmuró.
Sus ojos buscaron los de ella, preguntándose si necesitaba algo que él hubiera olvidado.
Sin embargo, los labios de Katelyn se curvaron en una sonrisa mientras negaba con la cabeza. —No es nada. Solo estoy abrumada por lo perfectamente feliz que me siento en este momento.
La idea de una vida sin Vincent dejaba la imaginación de Katelyn árida y fría, como un lienzo en blanco que no sabía cómo pintar.
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