¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1558
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Capítulo 1558:
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«Toma una. Te ayudará a calmarte». Consolar a alguien no era precisamente el punto fuerte de Vincent. Este torpe intento era lo mejor que podía hacer.
Al ver a Vincent esforzándose con tanta sinceridad, Katelyn no pudo evitar sonreír suavemente. Solo su torpe esfuerzo ya había calmado gran parte de su enfado.
Abrió los labios y mordió la cereza. En cuanto el dulce sabor invadió su paladar, sus ojos se iluminaron. Se volvió hacia Vincent y asintió con la cabeza. —Está muy buena.
Una rara suavidad llenó la mirada habitualmente fría de Vincent. —Hay muchas más. Come todas las que quieras.
La frustración que había agobiado a Katelyn finalmente se disipó. Cogió el plato, comió unas cuantas cerezas más y luego, juguetonamente, acercó una a los labios de Vincent.
Al ver que su estado de ánimo se aligeraba, Vincent exhaló con tranquilidad. Se inclinó y tomó la cereza de sus dedos.
En ese fugaz instante, la lengua de Vincent rozó ligeramente la punta del dedo de Katelyn. Sin previo aviso, una sensación emocionante recorrió la yema del dedo de Katelyn y se extendió rápidamente hacia su corazón.
Katelyn retiró la mano como si se hubiera quemado, y su mirada se volvió tan afilada como el filo de una daga. —Tengo que acostarme temprano esta noche —dijo, frotándose las sienes con un suspiro de cansancio—. Estoy agotada.
Vincent sonrió con aire satisfecho, con un brillo en los ojos. La alegría y el coqueteo no eran típicos de ella, pero esa noche se entregó a ambos. Era ese lado de Katelyn el que le encantaba.
Vincent siempre había pensado que las personas indiferentes no encajarían bien, pero al principio se sintieron atraídos el uno por el otro. ¿Y ahora? Ahora sus personalidades encajaban como piezas de un rompecabezas que él no sabía que le faltaban. Esa calidez tranquila y constante era algo que nunca había experimentado en su familia.
Su mirada se detuvo en ella un instante demasiado largo, y sus labios esbozaron una sonrisa burlona. —Nunca he dicho que tuviera planes —dijo deliberadamente—. Pero si estás tan nerviosa, quizá debería empezar yo. —Una chispa juguetona iluminó sus ojos y su sonrisa se amplió lo suficiente como para provocarla.
Katelyn arqueó una ceja, sus labios temblando a pesar de sí misma. —Te estás volviendo más atrevido —respondió, con tono seco, pero sus ojos delataban un destello de diversión.
El Vincent del pasado nunca habría sido así. El Vincent que ella había conocido era un glaciar: frío, intocable e increíblemente distante. ¿Pero ahora? Ahora era como el calor reconfortante de una hoguera. Katelyn estudió la leve curva de los labios de Vincent. Era como ver a un santo cambiar su aureola por una sonrisa diabólica. Sin embargo, no podía negar la atracción que sentía por este nuevo Vincent; lo amaba aún más por ello. Este Vincent la hacía sentir como si por fin estuviera viendo su verdadero yo. Y con cada mirada compartida, cada risa silenciosa, la distancia entre ellos parecía reducirse.
Vincent permaneció en silencio, pero la leve curva de sus labios y la forma en que sus ojos se posaban en ella lo decían todo.
Katelyn no se molestó en seguir bromeando con Vincent y lo empujó ligeramente. —Ya basta —dijo con tono firme pero cariñoso—. Es tarde. Ve a ducharte y descansa un poco.
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