¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1537
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Capítulo 1537:
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La voz de Jaxen rompió el silencio. «Canta muy bien. Casi me duermo escuchándola».
La nana tenía un efecto hipnótico que parecía tejer el aire, suave y cautivador.
Katelyn permaneció en silencio, con la atención fija en el origen de la música. Se acercó a la habitación en silencio.
La puerta estaba entreabierta, dejando entrever la escena que se desarrollaba en el interior. A través de la rendija, vio a una mujer de mediana edad sentada junto a una cama, acunando a un «niño» en sus brazos y tarareando una tierna melodía.
El tiempo había grabado sutiles líneas en el rostro de la mujer, pero su belleza era impresionante, tan llamativa que Katelyn se quedó momentáneamente paralizada. Una inexplicable sensación de familiaridad le estremeció el corazón, aunque sabía con certeza que nunca había visto a esa mujer antes. De ella emanaba una profunda sensación de tranquilidad.
La canción de cuna terminó y la mujer habló en voz baja. «Duerme bien, cariño. Mañana mamá te comprará algo rico».
La escena conmovió profundamente a Katelyn. Una ola de tristeza inexplicable se extendió por su pecho, provocándole un nudo en la garganta. En ese momento, la mujer, que sostenía con cariño a la muñeca, levantó la cabeza y miró directamente a Katelyn.
Sus ojos se encontraron y el corazón de Katelyn dio un salto.
Al instante, el comportamiento de la mujer se transformó. Agarró con fuerza al «niño», con los ojos llenos de furia protectora. «¿Quién eres?», exigió, con voz aguda y llena de instinto maternal. «¡No te atrevas a quitarme a mi hijo!».
Su mirada se clavó en Katelyn como la de un feroz guardián que se enfrenta a una amenaza potencial. Ajustó al «niño» con meticuloso cuidado, revelando con sus acciones la profundidad de su devoción por este frágil «niño».
Katelyn se encontró con la intensa mirada de la mujer, con una compleja emoción revolviéndose en su interior. Tras un momento de cuidadosa consideración,
habló con suave tranquilidad. «No voy a llevarme a tu hijo. No le haré daño».
Algo en el tono de Katelyn pareció penetrar la barrera defensiva de la mujer. Poco a poco, su tensión comenzó a disiparse. Miró a Katelyn, se llevó un dedo delgado a los labios en un delicado gesto para que se callara y luego le dedicó una tierna sonrisa. «Mi niño es un encanto», dijo en voz baja, con la voz rebosante de ternura maternal. «Nunca ha llorado desde que nació, es tan adorable».
Con infinita delicadeza, acarició al «niño», una constelación de almohadas cuidadosamente dispuestas que imitaban la forma de un bebé.
Al verla así, Katelyn se sintió muy angustiada, pero aún más intrigada por su identidad.
Lentamente, Katelyn se acercó a la mujer y le preguntó en voz baja: «¿Puedo preguntarle cómo se llama?».
Una pizca de expectación brilló en sus ojos, y su curiosidad por saber quién era esa misteriosa mujer se intensificó.
Katelyn la observó con atención. La mujer parecía claramente de Granville, no de Yata, un detalle que avivó la intensa curiosidad de Katelyn. Había algo profundamente extraño en ella que le provocaba una inquietante sensación de intriga.
Tras escuchar la pregunta de Katelyn, la mujer reflexionó profundamente, frunciendo el ceño. «¿Cómo me llamo? ¿Quién soy? ¡No lo sé!».
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