¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1511
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Capítulo 1511:
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Sophia se abalanzó hacia delante, extendiendo los dedos hacia el brazo de Katelyn. «¡Detente! ¿Qué me has dado?».
Antes de que pudiera tocarla, los guardaespaldas que estaban fuera intervinieron, bloqueándole el paso.
El instinto le dijo a Sophia que luchara, pero en el momento en que se movió, algo iba mal. La fuerza abandonó sus miembros y su cuerpo se debilitó de repente. Se derrumbó en el suelo. Oleadas de dolor insoportable y entumecedor estallaron por todo su cuerpo, intensificándose con cada segundo que pasaba.
Sophia ya había sentido dolor antes, pero este le arrancó un grito, crudo y desenfrenado, como si sus tendones se estuvieran rompiendo, centímetro a centímetro. Su rostro se contorsionó en una máscara de tormento, reflejando un sufrimiento mucho más horrible que cualquier lesión anterior.
Violentos temblores sacudieron el cuerpo de Sophia, dejándola demasiado débil para mantenerse en pie. Solo podía acurrucarse en el frío suelo.
—¡Katelyn! —El nombre escapó de sus labios incoloros. Pero no hubo respuesta a su llamada desesperada.
Katelyn se había marchado y, esta vez, tenía la intención de hacer sufrir a Sophia. Si dejaba que Sophia se saliera con la suya, ¿quién sabía lo que intentaría a continuación? Hasta ahora, Katelyn no había obtenido nada realmente informativo y valioso de ella. La situación parecía cada vez más sombría.
Para Sophia, la noche se alargaba interminablemente mientras un dolor implacable se apoderaba de su cuerpo, inmune a cualquier intento de alivio. Ni siquiera cuando el veneno había controlado su organismo anteriormente le había causado un sufrimiento tan terrible como el tormento actual.
Sus dedos se aferraban a la pata del armario con tanta fuerza que se le pusieron blancos los nudillos. La intensidad de su agonía no necesitaba más explicación. Aunque acostumbrada a las penurias de su peligroso estilo de vida, los gritos de tortura de Sophia resonaron en el patio trasero durante toda la noche. El viento y la lluvia continuaron sin cesar hasta el amanecer, con la furia de la naturaleza igualando su sufrimiento.
Al día siguiente, cuando Katelyn apareció en la habitación de Sophia, se encontró con una mujer destrozada.
Sophia parecía completamente empapada, ni un solo cabello ni una sola prenda de ropa estaban secos. Su rostro había adquirido un tono mortal.
Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, miró a Katelyn y susurró con labios temblorosos: «Está bien, Katelyn. Hablaré».
Aquella noche fue una auténtica pesadilla para Sophia. Nunca había imaginado que Katelyn pudiera transformarse en algo tan aterrador cuando se enfadaba.
Mientras el dolor recorría su cuerpo, Sophia se encontraba en ese terrible espacio entre la vida y la muerte, sintiéndose como si ya hubiera fallecido. Sin embargo, el implacable tormento le recordaba constantemente que estaba viva. La conciencia se negaba a abandonarla, obligándola a soportar cada momento de tormento. Era un cruel testimonio de la potencia de los venenos de Katelyn.
Katelyn se inclinó y agarró la barbilla de Sophia entre sus dedos. Su mirada estaba desprovista de calidez mientras murmuraba: «Que normalmente sea tranquila no significa que no vaya a tomar medidas drásticas. Todo el mundo tiene un límite, Sophia. No pongas a prueba el mío».
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