¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1468
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Capítulo 1468:
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En ese momento, el mundo de Fiona se derrumbó. Con un grito primitivo que brotó de lo más profundo de su alma, se abalanzó sobre Katelyn. «¡Maldita zorra! ¿Cómo te atreves a ponerle la mano encima a mi padre? ¡Te mataré!». Aunque su padre prefería a su hermano Marco, siempre la había tratado bien. Había crecido sin pasar necesidad: la riqueza, la nobleza y el prestigio eran su derecho por nacimiento, lo que le había allanado el camino hacia una vida con la que la mayoría solo podía soñar. Pero ahora, ¡Katelyn se lo había arrebatado todo en un momento bañado en sangre!
Una rabia primitiva consumió a Fiona, cuyo único deseo era destrozar a esta mujer con sus propias manos.
La risa burlona de Katelyn rompió la tensión. —¿Por qué no miras bien quién le ha disparado?
Fiona se quedó paralizada. Clavó una mirada salvaje en Katelyn, con la voz temblorosa. —¿Qué quieres decir?
Chester se aferraba a la conciencia, levantando la mano cenicienta con agonizante lentitud para señalar acusadoramente a Fiona. La vida se le escapaba del rostro como el agua a través de la arena. «¿Cómo… cómo has podido…?» Cada sílaba emergía como un susurro fantasmal, arrancado de las últimas reservas de su fuerza agonizante. «Tú me has disparado…».
Las palabras que podría haber añadido murieron en sus labios cuando el frío comenzó a apoderarse de él. Un segundo después, Chester se desplomó hacia delante, extinguiéndose la última chispa de vida.
Algo fundamental se rompió dentro de Fiona. Su grito atravesó el aire, crudo, animal, rebosante de angustia. «¡Papá!».
Se apresuró a acercarse a él y abrazó su cuerpo frío contra su pecho, mientras sus palabras se disolvían en fragmentos entre sollozos. —¡No puedes morir, papá! ¡No puedes!
¿Cómo no se daba cuenta ahora? Los dedos de Fiona temblaban al recorrer la herida mortal en el pecho de Chester, y la terrible verdad se fue cristalizando lentamente en su mente.
¿Cómo podía ser? Su padre… había muerto a manos de ella. No. No, ¡no podía ser verdad!
Fiona miró con incredulidad las laceraciones irregulares del brazo de Chester, tan profundas que dejaban al descubierto el blanco fantasmal del hueso. Se le cortó la respiración. Era una pesadilla de la que no podía despertar.
Su mente se aceleró y la rabia corrió por sus venas. Tenía que vengarlo. Tenía que matar a Katelyn, ¡esa asesina a sangre fría!
El odio ardía en los ojos de Fiona mientras se volvía hacia Katelyn, con la voz aguda y llena de veneno. «¡Te mataré!». Con desesperada determinación, levantó el arma, apuntando directamente al rostro impasible de Katelyn.
Pero cuando apretó el gatillo… ¡Bang! El disparo resonó, pero no fue Katelyn quien se desplomó en el suelo. Fue Fiona.
Sus ojos se abrieron de par en par, horrorizada, al ver el círculo carmesí perfecto que se dibujaba en su pecho. El peso de sus actos la golpeó como un golpe físico. Su ira, antes tan feroz, se apagó en un instante, dejando solo un vacío profundo y doloroso.
El cuerpo de Fiona se dobló hacia dentro y se derrumbó sobre el frío cemento. Su sangre se derramó a su alrededor, mezclándose con la de su padre en un macabro reencuentro, manchando el suelo de una forma que nunca podría borrar.
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