¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1466
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Capítulo 1466:
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Chester respondió rápidamente: «Mientras estés dispuesta a dejarme marchar, aceptaré cualquier cosa que quieras». Se inclinó hacia delante con impaciencia, con el miedo reflejado en su rostro ante la idea de que Katelyn pudiera cambiar de opinión.
¿Cómo podía Katelyn no ver la desesperación en sus ojos? Un hombre como Chester no temía nada más que perder su propia vida.
Katelyn permaneció sentada en su silla, rodeada de un aire de indiferencia casual. «El país al que irás lo decidiré yo, y todas tus acciones estarán bajo mi vigilancia. Pero ya sabes, no pasa nada si rechazas esas condiciones…».
Antes de que pudiera terminar su ultimátum, Chester la interrumpió frenéticamente: «Acepto todo».
Ser vigilado era un pequeño precio a pagar en comparación con la alternativa. Además, mientras sobreviviera a esta prueba, siempre podría encontrar una forma de escapar más adelante. La vigilancia no era más que un inconveniente temporal.
Katelyn, satisfecha con su sumisión, asintió con la cabeza. «Muy bien, entonces te dejaré marchar».
Para Chester, esas palabras sonaron como un indulto real concedido desde lo alto. Exhaló profundamente y sus hombros se hundieron con alivio al desaparecer la tensión de su cuerpo.
Con una sutil mirada de Katelyn, sus hombres se adelantaron inmediatamente para desatar a Chester.
En ese momento, su cuerpo se derrumbó en el suelo y un dolor abrasador le atravesó el brazo izquierdo. Miró las heridas y su corazón se llenó de amargo resentimiento.
Chester juró en silencio que no dejaría que Katelyn se marchara ilesa. Mientras le quedara un aliento en el cuerpo, volvería algún día para vengarse.
Katelyn le lanzó una mirada fría y desdeñosa, notando el odio que ardía en sus ojos, pero no hizo ningún comentario. No hizo ningún gesto para apresurar la partida de Chester.
En lugar de apresurarlo, Katelyn se volvió hacia sus subordinados con una orden mesurada. —Vendad primero las heridas de su cuerpo.
Katelyn sacó un pequeño frasco de polvo medicinal de su bolsillo y se lo entregó a sus subordinados.
Chester abrió los ojos con incredulidad. No esperaba tal gesto de Katelyn, precisamente.
Los subordinados aceptaron el medicamento con reverencia, asintiendo respetuosamente. «¡Sí!».
Se acercaron a Chester con determinación, abrieron el frasco y espolvorearon el polvo directamente sobre sus heridas abiertas.
Chester se había preparado para un dolor abrasador, pero cuando el polvo se posó sobre su carne desgarrada, la agonía desapareció misteriosamente. En su lugar, una frescura calmante se extendió por el tejido lesionado. La hemorragia se detuvo al instante, como si se le hubiera ordenado cesar.
¿Katelyn realmente lo estaba ayudando? Darse cuenta de eso hizo que emociones contradictorias lo invadieran. Chester, que hacía unos momentos estaba tramando su venganza, ahora miraba a Katelyn con confusión nublándole la vista.
Sin embargo, en ese momento, el estruendo de un disparo rompió el silencio del exterior.
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